Siempre he dicho que es más fácil llevar agua a donde hay sol, que llevar sol a donde hay agua. El golf, como los deportes reglamentados por los ingleses, se juega sobre hierba. Esta es algo natural en su tierra, pero no lo es, por desgracia, en muchos países, como España. Por tanto, mucho cuidado con su extensión en zonas no propicias para su práctica.
El consumo de agua es el eterno caballo de batalla de las críticas a los campos de golf. Ante ello, tengo claro los puntos a trabajar: buscar especies de hierba de menor consumo hídrico adaptables a nuestros climas, mejorar los sistemas de riego para hacerlos más eficientes, recuperar en lo posible los excedentes del riego, uso de aguas recicladas en lo posible y otra idea que no he visto a menudo.
Se trata de disminuir las superficies regadas. Ya sé que el “verde” es decorativo, pero habría que estudiar en qué zonas de cada campo se podría prescindir del riego sin modificar la calidad del campo. Para compensarlo, habrá que estudiar y reducir el impacto estético.
Vemos como experiencia gratificante la conversión de un vertedero en campo de golf. Hay está el Centro Nacional de Madrid. Abogo, también, por la reducción en lo posible de todo tipo de productos químicos en el cuidado del campo (hierba usada); por ahorrar en el consumo eléctrico mediante la mejora de equipos y por un uso más racional de los mismos, sobretodo en lo que respecta a la iluminación.
Sería conveniente, de la misma manera, un mejor estudio de la ubicación de los campos de golf para acercarlos a los usuarios. Me gustaría que alguien con más capacidad calculara cuántos kilómetros recorren al año en sus vehículos los jugadores de golf españoles.
En fin, dejo aquí estas ideas para cooperar al mejor desarrollo del golf en España, como recientemente nos solicitó la Federación Española (RFEG).