Menuda montaña rusa de emociones vivimos en esta jornada del movimiento con Jon Rahm (71 golpes, +3). Y es que vivimos todos los estados de ánimo a los que puede hacer frente una persona: pasamos de la resignación a la emoción, de aquí a la ilusión, a la alegría… y finalmente se acabó todo como empezó. Aunque vayamos por partes, pues lo vivido en Quail Hollow da para largo y tendido.
Para empezar, porque el vizcaíno jugó una ronda muy seria durante la práctica totalidad del día. Sin embargo, la Milla Verde volvió a tornarse en la pesadilla más amarga del español, que dilapidó aquí el tesoro que con tanto esfuerzo fue capaz de reunir. Dos doblebogeys en el 16 y el 18, los dos pares 4, pusieron la guinda a una actuación en la que hubo momentos que parecía poder acabar con final feliz.
Pues pese al bogey del hoyo tres después de una muy mala salida, el León de Barrika comenzó a carburar y a subir puestos en la tabla clasificatoria. Birdies al 4, al 5, al 7, al 10, al 12 y al 14 le pusieron el cinco bajo par en el día y el –2 en el acumulado. Rahm estaba on fire con la mejor tarjeta de todo el campo hasta el momento y todavía le restaba el par 5 del 16, un lugar donde podía seguir atacando antes de afrontar las tan temidas tres últimas banderas. Pero todo se fue al traste en un abrir y cerrar de ojos. El deportista español marró un putt de menos de un metro para salvar el par y se cortocircuitó.
A partir de este momento, Rahm dejó de ser el mismo. Tripateo en el 16 y un nuevo error desde una distancia muy corta en el 18 le puso al par y le devolvió el +3 en la clasificación. De la euforia a la decepción en un día que podía haber metido presión a una zona alta en la que sigue reinando el estadounidense Kevin Kisner (72 golpes, -7), que está a solo 18 hoyos de su primer Major.