Si hablamos de impermeabilidad de los datos de socios, uno de los primeros sitios que se nos viene a la cabeza a nivel global es el Augusta National. Es muy difícil –misión imposible más bien- conocer con exactitud los miembros que posee uno de los clubes de golf más exclusivos del mundo y ni qué decir tiene saber los requisitos a cumplir para formar parte de él. Mucho se ha rumoreado, pero lo cierto es que lo único que se conoce a ciencia cierta hasta la fecha es lo que pagó Wheelock Whitney Jr., uno de sus más antiguos socios, en 1966 para formar parte de la élite.
“Cuando Whitney se unió la cuota de ingreso eran 3500 dólares y anualmente se debían pagar, además, unos 600”, reflejó el columnista estadounidense Charley Walters en el St. Paul Pioneer Press. Desde estas cuotas–prohibitivas para la época- han pasado ya 50 años y un mes, unas bodas de oro de comunión con el complejo de Georgia que Wheelock pudo celebrar junto a su mujer hace ahora cuatro semanas. Un hito en la historia del campo que fue reconocido tanto por otros socios como por invitados.
Lastimosamente, hace solo unas horas conocíamos que Whitney, uno de los socios con más arraigo en Augusta, fallecía a los 89 años de edad.
Él no era muy diferente a muchos otros socios de Augusta. Era rico, con grandes conexiones políticas –Geoge Bush (padre) fue hermano de fraternidad en la universidad de Yale- y relacionado con la vida política de su comunidad –fue candidato republicano para el Senado-. Pero lo que le hacía tan especial era su enorme pasión por el golf, que fue capaz de llevarla a uno y otro lado del planeta.
“Whitney jugaba al golf en todo el mundo, pero su campo favorito era el Augusta National. Entre sus posesiones más preciadas relacionadas con este deporte podemos encontrar una carta escrita del puño y letra del mismísimo Bobby Jones invitándole a unirse a Augusta”, apuntó Charley Walters nada más conocerse la noticia.
Asimismo, fue uno de los que más celebró la tan ansiada entrada de las mujeres al complejo en el año 2012. “Estamos yendo hacia la dirección correcta”, llegó a afirmar, a la vez que transmitía uno de sus grandes deseos: “Me encantaría llegar a los 50 años como socio, así que tengo que aguantar un poco más”. Y lo hizo. Augusta no le olvidará tan fácilmente.