A lo largo de todos estos años hemos sido testigos de cómo los aficionados han aumentado su originalidad en relación con los objetos que querían que les firmasen sus ídolos. El clásico autógrafo en la bola o en los guantes ya ha pasado a mejor vida, y ahora toda acción es poca para llamar la atención. Lo vimos hace unos meses, cuando un veterano de guerra consiguió que su equipo de béisbol de la MLB le firmara su coche de golf, y hemos vuelto a ser testigos de algo de similares características en The Barclays.
Fue el viernes. Las horas pasaban y el sol y las cervezas hicieron mella en una pareja que se encontraba esperando en el tee del hoyo 12 a que pasaran los golfistas. De pronto, vieron acercarse a Jordan Spieth y, como no tenían ni libreta, ni pelota ni ninguna otra cosa que darle al texano para que estampara su firma, no se les ocurrió nada mejor que lanzarle un botellín de Budweiser. El estadounidense lo recogió al vuelo y, sin inmutarse lo más mínimo, dejó su firma para devolverlo, segundos después, con una media sonrisa en la boca. Y ellos tan felices.