El jugador norirlandés vive su día de la marmota particular en este comienzo de temporada en el circuito norteamericano. Hace justo doce meses llegaba a la disputa del OHL Classic at Mayakoba en el Camaleon Golf Club clavado en el número 83 del mundo. Por suerte para él, su victoria en el PlayOff de desempate ante Jason Bohn y Russell Knox, unido a un tercer puesto en el RSM Classic de la semana siguiente, le hizo adelantar 30 puestos en la clasificación mundial, para quedarse en el 53. Pero todo fue un espejismo.
Desde ese momento, el golfista de las islas no volvió a situar su nombre en el podio de ningún evento. Esto no ha hecho otra cosa que volverle a colocar en el Top 80 del planeta. Un pasito para delante y otro para detrás, como decía la canción. Pero ahora la situación se ha tornado un poco más tensa. Debe por todos los medios cuajar una actuación decente para no poner en peligro su participación en el Masters de Augusta de 2017. Y esto también lo sabe el bueno de Graeme.
“La victoria del año pasado en México fue muy especial para mí por muchas razones”, comentó el deportista en sala de prensa. “Fue estupendo reivindicarme y decirme a mí mismo que todavía podía seguir compitiendo al más alto nivel. Aunque también es cierto que estoy un poco decepcionado porque esa victoria no me dio el impulso definitivo para ser más consistente en el juego de cara al resto de la temporada”, sentenció. Y es que cabe recordar que pese a los cinco Top 10 logrados el pasado curso en el PGA, el norirlandés falló diez cortes de los veintiún eventos jugados, un porcentaje muy alto para alguien que aspira al menos a formar parte de los cincuenta mejores del mundo.
Y, de momento, este nuevo curso no ha empezado mucho mejor. McDowell no pasó el corte esta pasada semana en el Shriners Hospitals for Children Open, algo que intentará solucionar estos dos primeros días junto a Charley Hoffman y Russell Knox, sus compañeros de partido en este inicio de torneo en Playa del Carmen.