A grandes males, grandes remedios. Esto es lo que ha debido pensar Bubba Watson en la relación amor-odio que vive desde hace unas cuantas temporadas con el putter. Y es que si bien es cierto que el jugador estadounidense nunca se ha caracterizado por ser un golfista demasiado fiable desde las inmediaciones de bandera –en cuatro de las últimas cinco temporadas ha acabado fuera de los cien primeros puestos en cuanto a ratio de golpes ganados en green- lo de este curso está siendo especialmente sangrante, ocupando la posición número 192 con 0,64 golpes por ronda perdidos en esta estadística.
Esta ha sido la razón principal que ha llevado al jugador de PING a tomar una decisión drástica: cambio de putter de cara al primer envite serio de 2017. Y lo hará con una de las joyas de la corona de la marca que le patrocina: el Damascus steele, o lo que es lo mismo, el acero de Damasco. La nueva herramienta que ha de llevarle por el buen camino en los greenes recibe su nombre del tipo de material empleado para su fabricación, utilizado durante siglos en Oriente Medio para forjar unas espadas legendarias por su dureza y por su filo “casi eterno”, como citan algunos investigadores.
Y aunque no vayan a estar destinadas para los mismos objetivos, pueden verse algunas similitudes dado los componentes empleados, como son los dibujos que recuerdan los flujos de agua, algo muy característico de este material. No será la primera vez que el jugador de Florida muestre en el campo un putter poco convencional en cuanto a diseño, pues el usado hasta la fecha gozaba de los colores del arcoíris.
Sea como fuere el que paseará por el verde del Augusta National posee una característica común con los usados con anterioridad: el peso de la cabeza es mayor que la del putter estándar, que se hace necesario para compensar la gran cantidad de cintas que emplea Watson por debajo de la empuñadura. Y por si esto fuera poco, su apellido está plasmado tanto por un lado como por el otro. Y es que toda ayuda es poca para mejorar sus registros mientras no pierde ni un ápice de originalidad.
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