No ha empezado muy bien su vida de casado el bueno de Rory McIlroy –al menos laboralmente hablando-. Tras la boda y los días de luna de miel, el jugador norirlandés decidió volver a los campos para la disputa del PLAYERS, un evento imprescindible en la gira del circuito norteamericano. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados. Tras pasar el corte con más pena que gloria al par del campo, el fin de semana no fue mucho mejor.
71 golpes el sábado y 75 el domingo que pusieron el +2 en su tarjeta para desplazarle hasta el T35, doce golpes por detrás del vencedor Si Woo Kim. Y esto no fue lo peor de su estancia en Ponte Vedra Beach. Lo más grave es que desde el viernes jugó dolorido, con unas molestias en la espalda que, según confirmó a los periodistas durante las dos últimas rondas, se parecían mucho a las que tuvo en el BMW SA Open de comienzos de año y que le dejaron en el dique seco dos meses después de detectarle una fractura en las costillas.
Las alarmas se encendieron y, rápidamente, el lunes fue sometido a una resonancia magnética para ver el alcance de esos dolores. Por suerte, todo parece quedar en un susto, pues no hay fractura por ningún punto. Eso sí, lo vivido por Rory ha sido una señal inequívoca de estrés en la zona, lo que le llevó a la lesión en enero.
¿Que qué significa esto? Pues que como el propio jugador ha confirmado al periodista del Guardian Ewan Murray, su participación en el BMW PGA Championship del circuito europeo, que tendrá lugar la próxima semana en Wentworth, está en el aire. Habrá que esperar unos días para ver la evolución del norirlandés, pero su ausencia en la cita anual con mayúsculas del European Tour –donde es la imagen principal- sería un palo muy duro para todos.
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