El golfista vasco ejerció, durante la multitudinaria rueda de prensa ofrecida a pocas horas del inicio del torneo, un papel que asume cada día con mayor comodidad a pesar de su juventud, un compendio de interesantes sensaciones, un torrente de impactos que no solo no le importa generar, sino que provoca con un discurso reservado a los verdaderos campeones.
Centro de atención de decenas de medios de comunicación, Jon Rahm demostró por qué se convierte cada día más en uno de los grandes referentes del deporte español -que no sólo del golf-, abanderado indiscutible en un escenario que devora a velocidad de vértigo a todo tipo de protagonistas.
Jon Rahm, sin embargo, ha llegado para quedarse –“un golfista puede estirar su vida profesional hasta más allá de los 50 años, no hay prisa por hacerse profesional”, fue uno de los mensajes emitidos en la previa al inicio de competición-, para sentar cátedra, no sólo en esos campos de golf donde deslumbra por su explosiva irrupción entre los mejores, sino fuera de ellos, donde se erige con creciente intensidad como ejemplo de gestión de todo tipo de situaciones.
Dotado de la frescura que brota de la juventud, Jon Rahm se reveló como un experto en temas de comunicación, manejando escenarios con un aplomo digno de los mejores.
“A estas alturas de mi carrera, cuando me fui hace seis años a Estados Unidos, siendo un chico de apenas 17 años, no me imaginaba haber ganado una sola vez en el European Tour, o sea que imaginad haber ganado también en Estados Unidos”, reconoció sin un ápice de falsa modestia en el mismo Centro Nacional que, durante dos temporadas, como miembro de la Escuela Nacional Blume, constituyó su hogar golfístico.
“En aquel entonces no procesaba muchas de las cosas que me decían en la Escuela Nacional o los técnicos de los Equipos Nacionales, lo procesas todo más tarde. Me fui a Arizona, aprendí inglés, tuve la suerte de jugar bien y me formé como jugador”, resumió con vivacidad antes de adentrarse en el análisis del campo que, de jueves a domingo, ejercerá de enemigo común de todos los participantes en el Open de España.
“El campo le viene muy bien al pegador largo. Me esperaba encontrarme un recorrido peor, pero está bien, y mejor que va a estar después de las lluvias. Estando bien los greenes y las calles, me da igual cómo esté el rough, que no será un factor determinante. Al final, aunque dependerá un poco del tiempo que haga, será un concurso de putt”, vaticinó Jon Rahm sobre un recorrido que ha jugado en numerosas ocasiones cuando formaba parte de la Escuela Nacional.
“Cuando estaba en la Blume -prosiguió el número 4 del Ranking Mundial– me hubiese encantado que hubiese un Open en el Centro Nacional y poder seguir a un jugador que me gustase. Ahora estoy aquí y no siento ningún tipo de presión porque haya expectación. De hecho, me gustaría que viniese mucha gente a vernos jugar”, manifestó el golfista de Barrika.
“En aquel entonces, cuando estaba aquí, la RFEG me negó la posibilidad de jugar un Open de España como amateur porque me hubiese perdido dos semanas seguidas de clase. Ahora es cuando valoro esa decisión porque necesitaba unas determinadas notas para poder ir a USA”, reconoció con firmeza.
La posibilidad de ser número 1 del Ranking Mundial –“hay que trabajar muy duro y mucho tiempo para llegar a serlo”-; jugar la Ryder Cup –“estoy seguro de que me voy a divertir, juegue con quien juegue”-; la importancia de la formación –“no solo la golfística, sino la personal, que te hace crecer en todos los sentidos, te abre más posibilidades”-; y la referencia de Severiano Ballesteros –“cuando vi la sala de trofeos que hay en su casa, me eché a llorar, parece increíble que sea solo de una persona. Ojalá pueda hacer un pequeño porcentaje de lo que hizo Seve por el golf español”- constituyeron parte de los asuntos abordados por un Jon Rahm que, independientemente de su papel en este Open de España 2018, tiene claro dónde reside su deseo.
“Quiero ayudar al golf español a mejorar. Me encantaría ayudar a que haya más campos, más jugadores y campeones mejores que yo”, sentenció.