Parece mentira que después de todo el follón que estamos viviendo con las nuevas reglas aprobadas desde el pasado 1 de enero todavía haya margen de maniobra por parte de las grandes organizaciones de golf, pero esta semana hemos vuelto a comprobar que todavía hay trabajo por hacer en lo referido a normativa. Sobre todo después de que este martes la USGA haya dado validez a una regla local que permite reemplazar un palo que ellos o sus caddies dañaron durante la ronda.
Una novedad que afecta de lleno a la regla 4.1b (3), bajo la que no estaba permitido esto mismo salvo que ocurriera por influencia externa o fuerzas naturales -sí que se permitía, por contra, reparar ese mismo palo-. Pero, y aquí viene una de las grandes novedades que introduce la USGA, seguirá sin poderse reemplazar un palo que ha sido dañado por una conducta inapropiada del jugador.
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¿Y cuándo se considera que un palo está dañado? Pensarán. Pues esto mismo ha sido explicado por la organización para que no dé lugar a malos entendidos. “Los palos pueden considerarse rotos o significativamente dañados si la varilla se rompe, la cara del palo o la cabeza del palo está visiblemente deformada o desprendida de la varilla o si el grip está suelto”. Esto quiere decir que, por ejemplo, si la cabeza del palo está rajada no tendrá la consideración de palo dañado, por lo que no procederá la sustitución. Una interpretación que, a pesar de darle una mayor libertad a los golfistas, continuará siendo objeto de debate.