Cuando muchos hablaban de la necesidad de idear mecanismos para que las rondas se jueguen por debajo de las cuatro horas y media llega Thomas Pieters y deja patente que dejar atrás el slow play es posible -siempre y cuando se esté dispuesto a sudar-. Y es que el belga, que tuvo el dudoso honor de salir en el primer partido del día del domingo en solitario al encontrarse en la última plaza aprovechó la soledad para intentar batir el registro de la ronda más rápida en un circuito profesional.
Un dato que no superó –Wesley Bryan sigue marcando aquí el ritmo con sus 89 minutos en el BMW Championship de 2017– pero que le sirvió para perder una cuantas calorías y, dicho sea de paso, para obligar a su marcador a realizar cardio desde bien temprano.
I love how the scorer got a workout too #poorlady #hateslowplay pic.twitter.com/5nbxsj7agE
— Ryan Fox (@ryanfoxgolfer) October 13, 2019