El italiano Francesco Molinari regresa esta semana a Orlando, Florida, a la sede de su última victoria en el PGA Tour, en el Arnold Palmer Invitational. A sus 37 años, el mejor jugador de la historia del golf italiano, que llegó al domingo cinco golpes por detrás del líder, se hizo con el trofeo después de una emocionante remontada y una última ronda de 64 golpes.
Antes de intentar emular la hazaña de Tiger Woods de ganar este torneo en dos años consecutivos, Molinari nos cuenta sus recuerdos de esa semana y algunas de las lecciones que le ha enseñado el golf.
«Hace casi un año, mi caddie y yo estábamos sentados al final del día en un restaurante de comida rápida a orillas de la carretera entre Orlando y Jacksonville engullendo dos hamburguesas gigantes por cabeza entre risas. Fue nuestra particular celebración de la victoria después de una semana complicada y de lucha constante durante los cuatro días de competición.
Aunque entiendo que a algunos les gusta celebrar con fiestas y champán, para mi lo importante es compartir esos escasos momentos de satisfacción que te da el golf con las personas de tu entorno que te han ayudado a hacer posible el éxito.
A pesar de que solo era mi segundo torneo de la temporada, el año pasado llegué al Arnold Palmer Invitational después de un comienzo sólido en México. Había jugado bien la semana anterior y traía buenas sensaciones.
Sin embargo, comencé desastrosamente el torneo. El primer día puse la bola en un arbusto en el cuarto hoyo. Intenté jugar desde ahí y la bola no se movió. Después de un doblebogey en ese par 5, hice Hoyo en Uno en un par 3 para empezar a enderezar el torneo.
A partir de ahí, jugué bien, pero no perfecto, y recuerdo definitivamente varios momentos difíciles. El sábado fue bastante lento. Tuve dificultades controlando las distancias y con el putt. Me anoté 73 golpes y nos sentamos a hablar seriamente de cómo mejorar la conversación en el campo y tomar decisiones más firmes en la selección de hierros.
El domingo arrancó bien inmediatamente y la ronda fue prácticamente perfecta. Había empezado a cinco golpes del líder, pero hice 64 golpes, con 8 birdies y ni un solo bogey, para remontar y ganar el torneo.
En el golf, siempre que estás cerca del líder con una ronda por jugar, tienes una pequeña esperanza de ganar el domingo. Sabes que, si consigues una ronda perfecta, el líder puede tener dificultades y puedes recuperar el terreno. Teníamos algo de optimismo, pero no lo veíamos muy probable.
De alguna manera se cumplieron las condiciones para ganar mi cuarto torneo en diez meses. Una racha que empezó con el BMW PGA Championship, en Londres, continuó en el Quicken Loans National, en la Ciudad de Washington, y tuvo su momento culminante en el Open Championship, en Carnoustie, donde sí abrimos unas buenas botellas de vino para celebrar.
Es bueno celebrar con la gente más cercana esas satisfacciones que llegan muy pocas veces en el mundo del golf. Hay muchísimas más derrotas que victorias. Para mi es importante superar esos momentos, pero también analizarlos para saber lo que no funciona e intentar mejorar.
Aunque no lo parece, me tomo las derrotas muy mal y, sin embargo, creo que esa es una de las razones por las que he llegado adonde he llegado. Las derrotas me sirven de gasolina para seguir trabajando en busca del éxito. En el momento en que no me fastidie que las cosas vayan mal, habré perdido el interés en el golf.
Como se dice en italiano, “volente o nolente” (quieras o no quieras), para avanzar en el golf, las derrotas son inevitables. El secreto para mi es reducir el lado emocional y ser un poco más pragmático, realista y analizar fríamente la situación. Creo que, más que cualquier otro deporte, el golf te enseña a separar el lado emotivo del lado más racional.
El golf es una gran escuela de la vida. No se puede llegar siempre primero y hay otras maneras de tener éxito. Además, te enseña a asumir toda la responsabilidad de respetar las reglas y controlar lo que pasa a tu alrededor.
También me ha dado la posibilidad de conocer el mundo desde muy joven y compartir la experiencia con mi esposa y mis hijos. Creo que por eso mi hijo Tommaso es un apasionado de la geografía.
Guardo gratos recuerdos de mi primer viaje a Asia para jugar en un torneo en Kuala Lampur, Malasia, donde conocí un mundo totalmente diferente. En mis últimos diez años residiendo en Londres, una ciudad fantástica que te ofrece la posibilidad de convivir con personas de todo el mundo, no he dejado de echar de menos los cafés matinales, las comidas con los amigos y la cultura de Italia.
Al principio de mi carrera, aún siendo amateur, pasé mucho tiempo en España y Francia, donde hice muchos amigos y conocí lugares bellísimos. Ahora, después de más de una década en el PGA Tour, he tenido la oportunidad de recorrer muchos rincones de América del Norte.
En Estados Unidos se juega contra los mejores golfistas del mundo y en los mejores campos del mundo con condiciones perfectas. Si uno quiere llegar al Top de esta profesión es inevitable venir a jugar en el PGA Tour.»