El impacto del COVID-19 en todo el planeta ha provocado que los Gobiernos, sean del signo político que sean, hayan llevado a cabo medidas excepcionales para tratar de disminuir la tasa de contagio. Y para ello, muchos han tomado el camino del confinamiento –en España damos fe de esto desde hace más de tres semanas-. Una reclusión en casa que está siendo perseguida por los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado para todos aquellos que se la saltan a la torera sin causa justificada –podría haber sido peor, en Filipinas, por ejemplo, han recibido las órdenes de disparar a matar-.
Las propuestas de sanción van que vuelan en estos días. Aunque todavía no se ha llegado a las cantidades de una ciudad del área metropolitana de Toronto, donde jugar en estos momentos una ronda de Golf podría salir por unos nada despreciables cien mil dólares canadienses. Esta ciudad es Brampton (Ontario), con una población de más de seiscientos mil ciudadanos, que se ha puesto seria después de que el alcalde Patrick Brown haya querido atajar de esta manera los egoístas que no atendían a las recomendaciones.
La decisión fue tomada después del incumplimiento por parte de muchos residentes de las órdenes de no pisar lugares públicos desde el pasado 26 de marzo. “Estas multas son un aviso para aquellos que no cumplan los consejos en materia de salud pública. Habrá consecuencias por esas acciones”, comentó el propio Brown en un reciente comunicado de prensa. Sin embargo, no en todas partes del mundo están actuando de la misma manera –ni siquiera en Norteamérica-.
Y es que ya hemos visto cómo, en función del Estado en el que se encuentre una persona en Estados Unidos, puede tener la suerte de que su deporte favorito haya sido introducido dentro de las actividades esenciales o, como en el caso que nos ocupaba hace unas horas con los tres amigos detenidos, que sólo se deje jugar a los residentes de un lugar. Una misma enfermedad y diferentes formas de combatirla hasta dentro de un mismo país.