Una de las herramientas fundamentales para cualquier jugador es el putter, no en vano una de las frases más conocidas en el mundo del golf dice que «El driver da la gloria y el putt la victoria«. Una herramienta con la que Jon Rahm no se encontraba a gusto desde que cambiara de marca de palos a finales del pasado año, principios de este.
«Cuando cambié de marca de palos el año pasado, en noviembre, fui a la fábrica y me habían hecho 15 ó 20 putts con diferentes cuellos, cabezas, pesos… De todos los que allí había me quedé con el me traía un mejor recuerdo, seguramente por nostalgia. Elegí el two balls porque es con el que había jugado toda mi vida antes de hacerme profesional. Cambié el cuello y otras cosas y en el estudio iba bien. Claro, si me das suficientes bolas en un estudio siempre va a acabar bien«, cuenta el de Barrika en el blog que mantiene en la web de la Federación Vasca».
Pero a pesar de disponer de tal cantidad de palos, el jugador español no se encontraba a gusto. «Empecé a jugar ese y los primeros tres-cuatro meses no pateé todo lo cómodo que a mí me gusta, la bola pocas veces salía por donde yo quería, pero estaba aguantando porque prefería echarme la culpa a mí antes que al putt, ya saben aquello del indio y la flecha. No crean que es una cuestión de flagelarse, sino que prefiero hacer todo lo que pueda por mí mismo antes de culpar al palo. Si la culpa es mía, con cualquier putt que utilice va a ser lo mismo, así que quise apurar«, añade.
Pero todo tiene un límite, y durante el PGA a mediados del mes de mayo, Jon Rahm dijo basta. «En el PGA Championship ya llegué a mi límite, ahí fue donde dije, diciéndolo mal, hasta aquí hemos llegado, estoy hasta los h… de fallar putts. Allí mismo en el PGA, en el camión de Callaway tenían un putter, justo éste que estoy utilizando ahora mismo, y así a bote pronto me gustó. Les dije que me mandaran lo que tuvieran para después del PGA«.
Dicho y hecho. «Me llegaron a casa cuatro putts, uno de ellos éste, y los estuve probando en el pequeño green de mi casa. Empecé a tirar putts y con este fue como ¡¡buaaaaahh!! éste es especial, me gustaba mucho lo que veía y cómo sentía el swing. Ese mismo día fui al green del campo de golf y me sentí muy cómodo«.
Luego vendría el Memorial, el punto de inflexión y la historia de todos conocida cuando se tuvo que marchar a casa por dar positivo en COVID-19 cuando tenía el torneo de Jack Nicklaus prácticamente en el bolsillo. «El primer día no pateé tan bien, pero sí como quería y el viernes, sábado«.
Y llegó el tercer Grande de la temporada. «En el US Open metí muy buenos putts. Es eso, volver al cuello, al equilibrio y al peso de putt que me hace falta y con el que me siento más cómodo. La conclusión: ojalá hubiese echado antes la culpa al putt«.
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