Hubo dos épocas gloriosas en España en cuanto a golf se refiere. La primera me la perdí. Englobaba la etapa dorada de Seve Ballesteros y sus coetáneos, que también fueron muy importantes en la expansión del golf. La segunda la pude vivir, y veo ahora cómo languidece, cómo está a punto de expirar, de exhalar por última vez. El caso del Valderrama Masters es el último y triste deceso.
Aluciné con Seve cuando fue capitán en Valderrama de la Ryder Cup. Cubrí la competición como enviado especial de la Agencia EFE. Desde ese instante, los torneos de golf crecieron en número en España, de lo que fui testigo directo gracias a mi trabajo como reportero.
En esa etapa de crecimiento de torneos se experimentó, de forma paralela, un incremento en el número de federados y jugadores de golf en nuestro país. Yo mismo me apunté al noble deporte del palo, la bola y el hoyo.
También florecieron empresas, cada vez más profesionalizadas, que se dedicaron a organizar y encarrilar el golf que nos traía el circuito europeo, y tanto desde las instancias públicas como desde las privadas no faltó apoyo al golf, a sus torneos y a los profesionales que, incluso, se lanzaron a organizarlos también. El propio Seve Ballesteros, Miguel Ángel Jiménez, Gonzalo Fernández-Castaño y, en menor medida, Sergio García fueron los mejores exponentes de lo anterior.
España llegó a disponer de hasta siete torneos en el calendario anual del Tour europeo. Sin embargo, en 2012 las previsiones más pesimistas se están cumpliendo. Los recortes en los presupuestos del Estado y de las Autonomías han cercenado también los recursos que se destinaban a la organización de torneos profesionales del más alto nivel.
Mallorca, Madrid, Andalucía y, en breve, la Comunidad Valenciana han cortado relaciones con el golf de elite. Se acabó. Hasta aquí hemos llegado. Ni masculinos ni femeninos. Nada. No hay pelas para el golf en nuestras instituciones oficiales, y sin euros no hay torneos. Parece que solo hay recursos para pagar sueldos a parlamentarios autonómicos, consejeros, asesores, coches oficiales, móviles, dietas… Para el golf, sequía total.
Así que alcanzado este punto tan desértico, tan solo nos queda, por el momento, el Open de España en sus versiones masculina y femenina. Habría que salvarlos a toda costa. Reale pondrá todo su empeño, que no es poco, pero me temo que hará falta algo más.
Para empezar, el Open español aparece en uno de los peores sitios de la agenda de torneos de 2013, tras el Masters de Augusta, pero aún sin fijar en qué campo se jugará. ¡Quién nos ha visto, y quién nos ve! El golf de elite se nos escapa de los ojos, pese a que tenemos un buen plantel de jugadores y jugadoras en buena disposición de encabezar las mejores listas europeas.
No me resigno a pensar que tiempos pasados fueron mejores, aunque siendo realista ni la etapa de Seve se repetirá ni veremos en mucho tiempo hasta siete torneos en nuestro territorio que, por otra parte y bien pensado, me parecían muchos. Ni tanto entonces, ni tan poco ahora. Al menos, que las Comunidades Autónomas salden sus deudas y se pueda empezar de cero.
Autor: Toni Tomas Redactor Agencia EFE