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El recuerdo a Seve fue una constante en sus palabras de agradecimiento. Foto: @TheMasters
Las tormentas que se desplegaron sobre el cielo de Augusta y que presagiaban un futuro muy negro para finalizar la competición el domingo, dieron paso al sol y a la esperanza de que pudiéramos contar con un campeón el nueve de abril. Una fecha importante para el Golf patrio pues, amén de ser aquí cuando Sergio García consiguió en 2017 su primera Chaqueta Verde, se cumplían 66 años del nacimiento de Seve Ballesteros, el primer europeo que consiguió tirar la puerta debajo de un campeonato que hasta 1980 solo habían conquistado americanos y el sudafricano Gary Player.
Una efeméride que Jon tuvo presente a lo largo de la larga jornada del domingo y que convirtió en una explosión de alegría cuando embocó el putt final que lo convertía en campeón de la 87ª edición del Masters. “Es difícil expresar con palabras todo lo que siento ahora mismo”, fueron los primeros comentarios de Jon a las preguntas de los periodistas una vez que fue enfundado en la Chaqueta Verde en la tradicional ceremonia. “Todavía no me lo creo. Estoy como si me quedaran aún un par de hoyos más. Se lo dedico a Seve. Él me acompañó en todo momento y empujó para que esto se hiciera posible”, señaló el de Barrika.
Y es que, precisamente, en una de esas casualidades que acaban convirtiéndose en un efecto mariposa, la figura del cántabro tuvo mucho que ver en que este nueve de abril viéramos a otro español vestir la Chaqueta Verde. Y es que ni el propio genio de Pedreña podría llegar a ser consciente en esos momentos de lo que había provocado cuando luchó con todas sus fuerzas por llevar la Ryder Cup a nuestro país. “Mi padre y yo hablamos de eso muchas veces. Si no llega a ser por la Ryder de 1997 que Seve trajo a España… No sabemos dónde estaríamos ni yo ni mi familia. Estoy muy agradecido”, señaló el nuevo número uno mundial.
Unas palabras que ya había transmitido durante su discurso como campeón y con las que dejó una imagen para la historia mientras se santiguaba y miraba el cielo de Augusta: “Felices Pascuas y descansa en paz, Seve”.
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