Hizo bien Sergio García en quejarse de que Tiger Woods no quedase quieto, casi inerte, mientras preparaba y daba su segundo golpe en el hoyo 2 del TPC de Sawgras. Conocemos el incidente. El público jaleó el cambio de decisión de Tiger, la madera 3 por la 5, para dar un golpe arriesgado desde el ‘rough’. Coincidió con el movimiento de Sergio. Bola desastrosa y ‘bogey’.
Es más que probable que Sergio, antes de ‘rajar’ a la prensa tras la vuelta, le dijese algo al respecto al propio Tiger en el siguiente ‘tee’. Tiger debió pasar olímpicamente del jugador de Borriol. Lo que no sé es cómo pudo acabar dignamente la jornada con lo caliente que es Sergio García.
Pero el castellonense no se arrugó ante el mejor del mundo y, por si acaso, cantó el incidente a la prensa. Bien hecho también, siempre que antes se hubiera producido el supuesto hecho del intercambio de palabras desde el ‘tee’.
Las excusas de Tiger Woods, campeón el domingo, no se sostienen, además de que le carga el ‘marrón’ a un marshall. Podía haber pedido perdón, incluso en el propio campo, y asunto resuelto. Pero no. Tiger, está claro y se vio en Augusta, está cabreado con parte del mundo y con más de dos tercios de los jugadores que componen el PGA Tour, y me voy a explicar.
Cuando Tiger descendió a los infiernos, léase desde la huida de su casa a la carrera con Ellin blandiendo un hierro 7, muy pocos en el Tour se acordaron de él. Inició entonces una travesía dura, larga y muy amarga. Estuvo muy solo hasta emerger a la superficie.
Woods fue la figura que modificó el golf y el PGA Tour desde su irrupción, en premios, patrocinios, popularidad, audiencias y mercadotecnia. Todos los jugadores, indirectamente, se han beneficiado de ello. Y él, que ya lo reivindicó al PGA Tour antes de la ‘huida del hierro 7’, sigue pensando que todos, de alguna u otra forma, le debieran estar eternamente agradecidos.
Pero él, Tiger, mientras intentaba salir de las profundidades abisales, sintió el frío abrazo de la soledad, salvo excepciones como la de José Mari Olazábal, entre otros. Desde entonces, Woods va, lo que se dice, a su bola. Eso se vio en Augusta, al no admitir su error y retirarse, y el viernes en la acción que tanto molestó a Sergio García.
Sergio demostró su carácter, esta vez con razones para hacerlo. Y Tiger, lo dicho: pasa de todos, sigue herido y, lo peor, es que vamos a ver muchos incidentes de este calibre o mayores en lo que queda de temporada y venideras.
Autor: Toni Tomas Redactor Agencia EFE