Es fan del jugador de los Patriots, Tom Brady, y por nada del mundo se podía perder una final de fútbol americano. Keegan Bradley se las ingenió para llegar desde el TPC Scottsdale, donde disputaba el Open de Phoenix, hasta el Phoenix University Stadium, recinto donde tenía lugar el partido decisivo de la NFL entre New England y Seattle Seahawks.
El de Vermont (Estados Unidos) ya lo avisaba: “voy a hacer lo que sea necesario para llegar a ese partido, por lo que si tengo que llegar en coche e ir a 240 kilómetros por hora, voy a hacerlo”. “No puedo estar tan cerca de una Superbowl y no ir, voy a ir en algún momento”, declaraba.
Dicho y hecho, Bradley buscó mil y una formas de acudir al Phoenix University Stadium: servicios de limusina, helicópteros… Nada parecía posible, ya fuera por el escaso tiempo de antelación con el que solicitaba los servicios o el alto coste. Al final, al estadounidense vio la luz: junto a su novia, la esposa de Brendan Steele y el jugador Jordan Spieth, alquiló una furgoneta por 1.800 dólares, y pudo poner rumbo al evento deportivo más seguido del mundo. Eso sí, Spieth le hizo esperar.