Habemus campo. Continuos retrasos, numerosas polémicas y un clima enrarecido en todo el país. Este ha sido el escenario en el que se ha desarrollado el “bautismo” del campo de golf que será sede olímpica en Río de Janeiro el próximo año.
El alcalde de la ciudad carioca, Eduardo Paes, presentó el pasado miércoles el polémico complejo y expuso una ardiente defensa de un proyecto que ha sido criticado duramente por los activistas ambientales y que se encuentra en medio de diversas disputas legales. El campo, que ha sido levantado en la reserva natural de Marapendi se encuentra casi completo después de un año de trabajo.
Colinas que se elevan suavemente hacia el cielo cubiertas de una hierba que hace recordar a Escocia, todo ello rodeado de pequeñas islas de plantas nativas. Esta es la primera impresión al ver el campo de Marapendi, un entorno bucólico que se ha visto eclipsado por las continuas denuncias cruzadas.
Por un lado, los fiscales solicitaron en repetidas ocasiones parar las obras por presuntas irregularidades en los estudios de impacto ambiental, pero un juez rechazó la última solicitud en la noche del martes. Por otro, se está valorando la posibilidad de presentar cargos contra Paes por, supuestamente, otorgar concesiones a los desarrolladores. El alcalde carioca rechazó estas acusaciones y afirmó que “las mentiras no pueden prevalecer en el tiempo”.
“Marapendi, situado en las inmediaciones de Barra de Tijuca, se encuentra desde hace muchos años acosado por conflictos sobre la propiedad de la tierra”, afirmó Paes, quien se ha encontrado con la rápida respuesta de diversos colectivos de activistas ambientales, que afirman que “el campo se encuentra dentro de una reserva natural protegida”. “Todo esto solo es un pretexto para la especulación de la tierra, y Paes lo sabe perfectamente”, confirmaban desde estas asociaciones. A falta de 17 meses para la cita brasileña todo sigue igual.