Los palos de Graham DeLaet han tenido una semana complicada. Aunque, pensándolo bien, tampoco han sido testigos del clima perverso de Escocia –eso que se han ahorrado–.
El golfista canadiense llegó el lunes a St. Andrews deseando encontrarse con el Old Course. Sin embargo, cuando se preparaba para disparar sus primeros golpes sobre la hierba se dio cuenta de que le faltaba lo más importante: ¡los palos! Y es que sus herramientas de trabajo fueron enviadas a otro destino. Por suerte, el martes volvieron con su legítimo dueño, aunque con una sorpresa inesperada.
DeLaet abrió la bolsa y lo que se encontró fueron sus palos recubiertos de polvo y arena, como si éstos hubiesen sido arrastrados por todo el desierto del Gobi antes de llegar a su destino. Nadie sabe lo que pudo pasar. Lo positivo es que no hay nada que un buen trapo no pueda limpiar. Al final el susto fue menor.






