Las lágrimas de la mujer de Vaughn Taylor (-17) contrastaban con el rostro alicaído de un Phil Mickelson (-16) que no supo administrar la ventaja de tres golpes con la que arrancaba la jornada del domingo.
El golfista de San Diego salió en el último turno de Pebble Beach dispuesto a comerse el mundo, pero este majestuoso campo situado en California le tenía reservada alguna que otra sorpresa, hasta el punto de que dos bogeys en el 4 y en el 5 le hicieron caerse del liderato, una posición que ya no pudo volver a recuperar.
Y no fue por falta de insistencia. Dos birdies en el 6 y en el 8 le hicieron volver a creer en sus posibilidades, pero de nuevo el destinó le castigó con un 5 en el par 4 del 11. No obstante, un enorme putt para par desde casi tres metros y medio en el 16 posibilitó que las matemáticas le dieran esperanzas: Lefty necesitaba dos birdies para forzarle el desempate a Taylor, quien se había colocado primero después de entregar junto a Patrick Reed la mejor tarjeta del día con -7.
Logró el primero en el 17. Solo le faltaba un pasito más para alargar el torneo hasta el PlayOff. Y todo parecía venirle de cara cuando en su segundo golpe en este par 5 la llevaba al antegreen.
Mickelson tenía oportunidad incluso de ganar si frotaba un poco la lámpara y salía el genio que lleva dentro. Pero no hizo acto de presencia. No impactó del todo bien la bola y ésta se quedó a escaso metro y medio del agujero.
Tenía ahora bola de empate y todo a su favor. Las estadísticas no engañaban. Dentro de los dos metros hasta la bandera el estadounidense había convertido el cien por cien de los 23 lanzamientos desde el pasado jueves.
Miró, apuntó, disparó y… corbata. Los dioses no estuvieron del lado de Mickelson que, de haber ganado, hubiese igualado a Mark O’Meara con cinco triunfos a sus espaldas. Los honores fueron a parar a Vaughn Taylor, uno de esos llamados currantes de este deporte.
Taylor consiguió su tercera victoria en el PGA Tour tras 11 años de sequía y un sinfín de torneos de diversos circuitos en su currículum. Una jornada con nueve birdies y dos bogeys tuvo la culpa de esta proeza, un hito que le proporcionará trabajo donde siempre quiso estar: el PGA Tour. Eso sí, de momento hasta el 2018 de manera provisional.