Peligran los Juegos Olímpicos para algunos jugadores. Y no estamos hablando de aquellos golfistas que no alcancen la posición mínima exigida para clasificarse directamente ni aquellos, como el caso de Adam Scott, que se alejan de la cita carioca por considerarlo un simple “evento de exhibición” dentro del organigrama de la competición deportiva con más seguidores a nivel mundial. Hablamos de salud.
Y es que a las recientes noticias sobre el virus del zika que está asolando en las últimas semanas a América del Sur cabe añadir ahora una problemática existente ya desde meses atrás: las aguas contaminadas de Brasil, que siguen sin tener solución a escaso medio año para que Río de Janeiro se vista de gala.
Un informe elaborado por la agencia de noticias Associated Press el pasado mes de diciembre confirmaba la existencia de agentes patógenos incluso en aguas alejadas de la costa, hecho que difería con lo comunicado por las autoridades brasileñas en un principio, cuando se encargaron de comentar que era un inconveniente que solo se iba a dar en las zonas próximas a las playas.
“El nivel de los virus es muy amplio, lo que va a aumentar la exposición de la gente que entre en contacto con esas aguas”, afirmaba Kristina Mena, experta en virus acuáticos y profesora de Salud Pública del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas. “Si estos niveles se dieran en Estados Unidos o en Europa, las autoridades procederían inmediatamente al cierre de estos sitios”, concluía.
Dos meses después el problema, en lugar de menguar, se ha acrecentado. Y todo debido a que tanto la ciudad de Rio como el Comité Olímpico Internacional (COI) han tirado la toalla en la búsqueda de una solución, tal y como puede desprenderse de un informe demoledor del programa de ESPN Outside the lines. “Ha habido una falta de compromiso, fondos y energía por parte de todos en tratar de llevar a cabo medidas para paliar esto”, señala en este documento el portavoz de Rio 2016 Mario Andrada.
Asimismo, no hay que olvidar que algunos atletas ya han experimentado lo devastador de estos efectos, como el navegante alemán Erik Heil. El deportista de 26 años tuvo que ser tratado en un hospital de Berlín como consecuencia del ataque de una bacteria que se comía la carne, tras participar en una prueba preolímpica en la capital carioca.
Después de 112 años de espera, la reinserción del golf en la cita olímpica podría deslucirse a marchas forzadas. Y es que en Marapendi, acabar en el obstáculo de agua, podría ser un doble peligro.