Se las prometía muy felices Progolf una vez que llevó a cabo la faraónica obra que dejó en Rio de Janeiro el Campo Olímpico de Marapendi, el lugar donde vibramos con la vuelta del golf a la competición por excelencia del mundo del deporte. Los más de 19 millones de dólares gastados en obras, acondicionamiento y accesibilidad pretendían ser una inversión a largo plazo para la empresa una vez que se sortearan todos los impedimentos logísticos –para el recuerdo quedarán los boicots por la construcción del complejo en un área de interés natural-. Sin embargo, todo parece indicar que Justin Rose va a ser el primer y el único gran campeón sobre su hierba. ¿La razón? Progolf ha decidido retar a la federación carioca por su falta de palabra.
Según hemos podido conocer a través de la agencia de noticias France-Presse, la Confederación Brasileña de Golf ha dejado de abonar los dos últimos pagos a la empresa, lo que va a provocar en un breve período de tiempo que el campo se resienta. Los 82.000 dólares que debe de pagar mensualmente la federación brasileña por el cuidado del complejo estaban estipulados desde antes de su construcción, pero la institución sudamericana ha decidido cortar de raíz con esta relación –nunca mejor dicho-.
“Puede ser cuestión de tres o de cuatro semanas, pero el campo de golf va a acabar muriendo”, comentó una fuente. Y es que todo esto viene de tiempo atrás. Sin servicios básicos, sin comodidades y ¡hasta sin página web! lleva el Campo Olímpico desde su inauguración, amén de que no han conseguido captar al público –los empleados aseguran que van a jugar menos de 40 personas al día-. Una serie de catastróficas desdichas que pueden dar al traste con un sueño por el que muchos lucharon.
“Si este es el resultado de todos nuestros esfuerzos en la creación del campo, estamos muy decepcionados”, afirmó Gil Hanse, arquitecto del complejo, a Golf World. “Durante la construcción del Campo Olímpico fuimos testigos de este tipo de política suicida y tenemos la esperanza de que solo sea otro punto bajo antes de que las cosas mejoren”, sentenció. De momento, la Federación Brasileña de Golf huye de las críticas y aseguran que en el plazo de 120 días van a llegar a cabo una política agresiva de marketing además de la construcción de un restaurante. Eso son cuatro meses. Igual para entonces ya es demasiado tarde.
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