El 12 de abril Jordan Spieth pulverizó muchos récords y se convirtió en rey de Augusta. “El nuevo yerno de América”, llegaron a comentar en algún medio de comunicación. Precisamente estos medios, junto a los fans y numerosos jugadores estaban esperando desde hacía tiempo esa brisa de aire fresco. Querían ser testigos de un nuevo reinado en este deporte, que finalmente llegó de la mano de un chico de 21 años con mejillas sonrosadas y una dulce sonrisa.
Mientras tanto, en el exilio, el que había sido el monarca del golf durante tanto tiempo se sentía un poco perplejo. Habían pasado solo unos meses desde que Rory McIlroy consiguiera su cuarto Major –con tan solo 25 años– y venía ostentando desde hacía mucho la primera posición en la clasificación mundial.
El norirlandés no entendía el cómo ni el porqué de todo esto. Se sentía traicionado por los que en otros momentos le rindieron pleitesía y decidió trazar un plan para reivindicar la corona. Si el golf necesitaba un nuevo rey no iba a ser en este momento. El europeo no podía esperar mucho más y decidió que el escenario de la reconquista fuera el TPC Harding de San Francisco.
El primer fin de semana de mayo sería su día D. Poco le importó al otrora rey perderse una cita tan importante como el “combate del siglo”, menos incluso haber desembolsado una fortuna para poder asistir. Estaba en juego su propio combate. Su honor. Su reinado. Y en cuatro días le asestó a Spieth varios golpes de dura realidad. El rey Rory había vuelto, pero porque nunca llegó a irse.
Ahora, los medios de comunicación estadounidenses vuelven a resaltar la figura de McIlroy. Y es que cada vez que gana, realiza un nuevo hito que solo Jack Nicklaus y Tiger Woods habían conseguido antes. “Jordan Spieth es un golfista maravilloso, pero incluso después de su victoria en Augusta, la suma de sus logros apenas lo coloca a la sombra de Rory”, afirma Shane Ryan en un artículo para la publicación GolfDigest.
“Jordan es americano y Rory no. Quizá sea este el motivo principal por el que se haya hablado tanto y tan bien de Spieth desde el último mes. Queremos que las estrellas nativas copen las clasificaciones mundiales de todos los deportes. Hablamos de los nuestros siendo algo partidarios. Es algo natural”.
El zarpazo asestado por el norirlandés no será definitivo, pero ha dejado claro que no será fácil quitarle la corona. Al menos, por el momento.