Desde aquel enfrentamiento con Tiger Woods nada es igual para Sergio García cuando juega en Estados Unidos. No recibe el mismo cariño que en Europa, y eso lo sabe. Y al final, aunque intente evitarlo, repercute en su juego. Es por esto que esté empezando a ser considerado por muchos el Colin Montgomerie del nuevo siglo.
Vale que tenga unos cuantos kilos menos que el escocés y no tenga la misma tendencia a sudar que Monty, pero, al igual que el británico, se está ganando la vitola de enemigo público número uno. Así como el golfista de 51 años solía ser uno de los objetivos preferidos por los aficionados estadounidenses, García está empezando a coger su testigo.
Lo pudimos comprobar el pasado fin de semana en The PLAYERS cuando, sobre todo el domingo, recibió toda clase de “piropos” desde las gradas situadas en el TPC Sawgrass de Ponte Vedra Beach. “Fue probablemente alrededor de tres o cuatro veces en cada hoyo, desde el diez”, reconoció García.
El ambiente era tan raro que incluso su caddie Glen Murray tuvo que pedir seguridad para proteger a su hombre. “Había algunos chicos que no merecían estar ahí viendo el golf. Ellos, por suerte, gritaban en el momento equivocado, cuando todavía no había llegado a golpear. Eso me permitía retroceder y volver a pensar el golpe”, admitió el castellonense.
Por eso reaccionó así en el 17 después de convertir ese larguísimo putt para birdie. Embocó, miró fijamente a las gradas y agitó suavemente su puño derecho. Y es que Sergio ya está empezando a convivir con estas muestras de “cariño”. El murmullo de las personas que quieren que falle se ha convertido en un obstáculo más con el que lidiar en los campos norteamericanos. Y no parece importarle mucho. “Cuando estoy sobre la hierba me encuentro concentrado y no hago mucho caso a lo que gritan desde fuera”, confiesa.
Sin embargo, será todo un alivio para Sergio dejar a un lado los campos norteamericanos para disputar esta semana el Open de España en el RCG El Prat (Terrassa), donde se siente como en casa. Y es que no hay nada mejor que recibir el cariño de la gente para competir al más alto nivel.