Quizá alguna vez se hayan preguntado sobre la relación directa que existe entre los actuales swings y las lesiones de espalda que sufren los jugadores. Los ejemplos más cercanos los tenemos en Tiger Woods y, más recientemente, Jason Day, que las empezó a sufrir cuando se encontraba en la cresta de la ola y que a día de hoy todavía las sigue padeciendo. Muchos se inclinaban por pensar que quizá fuera el exceso de trabajo en el gimnasio o las cuantiosas horas en la cancha de prácticas, pero lo cierto es que estudios recientes han confirmado que la agresividad en el swing tiene mucho que ver en este tipo de dolencias.
Ha sido en el último número del Journal of Neurosurgery: Spine donde un grupo de médicos del Instituto Neurológico de Barrow ha determinado que el “factor X” del swing moderno puede favorecer llevar la bola más y más lejos, pero a costa de someter a la columna vertebral a más tensión. Y es que si comparamos a los jugadores de hoy en día con leyendas como Jack Nicklaus o Ben Hogan, los médicos sostienen que los actuales son más musculosos y cuentan con movimientos más fuertes hacia abajo, lo que aumenta la fuerza en el disco espinal y, por consiguiente, conduce a una discopatía traumática repetitiva.
“Creemos que la experiencia de Tiger con la enfermedad de su columna vertebral destaca un problema real y poco reconocido entre los golfistas de la era moderna”, escribió el Dr. Corey T. Walker, quien también plantea que esta serie de contratiempos están ocurriendo cada vez más en jugadores más jóvenes. Una línea que ya dejaron caer golfistas como Phil Mickelson: “Puedes jugar al Golf toda la vida sin lesiones si haces el swing como Bobby Jones, donde se refleja un movimiento de swing de verdad y no un movimiento violento. Muchos de los jóvenes se lastiman cuando crean ese movimiento violento y no creo que sea la forma correcta de hacer el swing con el palo”, sentenció el deportista de San Diego en el Masters de 2016. Una opinión que dista mucho del rumbo que está tomando nuestro deporte.