Considerado uno de los grandes deportistas de su país junto a Fangio, Maradona, Vilas y Monzón, consiguió vencer en 230 torneos alrededor del mundo (según el Salón de la Fama), incluidos cuatro torneos en el PGA Tour y el Open Británico de 1967, aunque también será recordado por lo que pudo ganar y no lo hizo.
De Vicenzo llegaba al Masters de Augusta de 1968 en gran forma después de haber ganado meses antes el Open Británico en Royal Liverpool. Su compañero de juego el último día era Tommy Aaron quién le anotó cuatro golpes en el 17 cuando en realidad había cometido tres. De haber revisado, cosa que no hizo, y rectificado la tarjeta hubiese salido al PlayOff con Bob Goalby, a la postre campeón del torneo. Lejos de culpar a su marcador, De Vicenzo se limitó a decir una frase que ha quedado para la historia «¡que tonto soy!«.
El argentino había nacido en Villa Ballester, aunque el barrio de Villa Pueyrredón fue su residencia durante su infancia y adolescencia. Fue a los nueve años cuando se inició como caddie y en 1933 cuando jugó su primer torneo. Posteriormente ingresó en el Ranelagh Golf Club de Berazategui, localidad en la que residió desde entonces.
El pasado mes de marzo, De Vicenzo sufrió un accidente doméstico con la que sufrió una rotura de cadera de la cual no consiguió recuperarse. “Hace poco más de dos meses tuvo un accidente doméstico. Se levantó para ir al baño, se cayó y se fracturó la cadera. Ese fue el desencadenante de su fallecimiento. Desde ese día lo operaron y le pusieron un clavo, pero nunca más se levantó y empezó a ir cada día más para atrás”, declaraba su hijo Eduardo al canal TodoNoticias.
“Hasta los 90 o 92 años mi padre estaba bastante bien, acostumbrado a jugar tres o cuatro hoyos una vez por semana. Después entró en una especie de decaimiento, una apatía. De Vicenzo es un poco de todos los argentinos y ahora del mundo. Ahora sí se transformó en leyenda”, añadía su hijo.