Según un reportaje publicado en la revista Forbes este pasado martes, la Eric Trump Foundation –cuyo gerente es el hijo mayor del actual presidente de los Estados Unidos- podría haber estado desviando fondos destinados a la investigación contra el cáncer infantil en el St. Jude Children’s Research Hospital hacia negocios de la propia familia Trump a través de diferentes eventos de golf desde hace más de siete años. Y lo cierto es que, además de lo ruin del acto en sí, las cantidades se antojan mareantes: más de 1,2 millones de dólares a tenor de lo comentado por el periodista Dan Alexander en su artículo.
No sería más que otra posible vulneración legal del entorno de Donald Trump, pero el hecho de tocar un tema tan delicado ha escandalizado a la opinión pública. Según apunta Forbes, aunque los benefactores creían que las donaciones se dirigían a la investigación de los procesos oncológicos y a su tratamiento, lo cierto es que más de medio millón de dólares fueron redistribuidos a otros organismos, la mayoría de ellos conectados a la familia Trump y a empresas contratadas para acoger eventos de Golf en los campos del actual mandatario del país norteamericano.
En concreto, en 2012 la citada fundación gastó 59.000 dólares en un evento benéfico que tuvo lugar en el Trump National Golf Club de Nueva York, una factura que creció y creció hasta los 230.000 de 2013, los 242.000 de 2014 y los 322.000 de 2015, unas cantidades que “desafían cualquier coste razonable”, según los expertos en eventos benéficos consultados por Forbes.
La respuesta de la fundación no se ha hecho esperar, y aunque ha declinado facilitar un desglose total de gastos, ha apuntado que han recaudado unos “16,3 millones de dólares en los diez últimos años, con un ratio de gastos del 12,3 por ciento”.
“Contrariamente a las informaciones publicadas recientemente”, añade en el comunicado, “en ningún momento los Trump se han beneficiado de la fundación o de cualquiera de sus actividades. Si bien la gente puede estar en desacuerdo sobre cuestiones políticas, inferir una intención maliciosa sobre una organización benéfica que ha cambiado tantas vidas no solo es vergonzoso, sino también repugnante. Al final, los únicos que pierden son los niños de St. Jude”, sentencia.