En el mundo existen ladrones de dos tipo: de guante blanco y los que hacen las cosas de cualquier manera y de la forma más cutre posible. El protagonista de la siguiente historia es de estos últimos, y su racanería le va a costar unos cuantos meses entre rejas a tenor de la sentencia dictada por el juez hace solo unas horas. Y es que este escocés de 52 años nunca se iba a imaginar que su intento por extraer de una casa dos armas valoradas en unos cuantos miles de libras iba a tener las reticencias de su compinche, que se marchó del lugar del crimen tras no convencerle las 300 libras que le ofrecía el autor de la fechoría.
Andrew Young no se podía creer que un plan trazado tan a la perfección pudiera tener fisuras de ningún tipo. Estudió a la víctima, los objeto de deseo y seleccionó minuciosamente quién debía de acompañarle en esta complicada misión… Ironías aparte, cuando las cosas se planean mal desde el principio no puede suceder otra cosa que no sea el fracaso. Y esto fue lo que ocurrió. “El ladrón se introdujo en la casa de campo mientras su compinche se quedaba en el coche vigilando que no se acercase nadie”, comenta el periódico The Courier.
“Sin embargo, cuando Young salió de la casa con un par de rifles de gran valor –rondaban en el mercado las 2700 libras- se dio cuenta de que el coche había desaparecido”, sentencia el diario. Las 300 libras de recompensa se le antojaron pocas al conductor y, tras darle unas cuantas vueltas a la cabeza, decidió irse por donde había venido. Y aquí se encontraba nuestro protagonista, compuesto y sin novia. Es por esto que después de mucho reflexionar pensó que no podía ser visto con eso por la calle y decidió guardar las armas de fuego en una bolsa de golf que se encontró y depositarla en una casa abandonada de las inmediaciones.
Craso error. La policía, que iba tras la pista de estos objetos, los encontró y con ellos las huellas del británico, que ahora estará un tiempo a la sombra. Al menos esperamos que la bolsa haya sido también devuelta a su legítimo dueño.