La vimos durante la disputa del Masters de Augusta con un vestido verde y siempre pendiente de Tiger Woods y de los dos hijos de éste. Se trata de Lindsey Vonn, la esquiadora olímpica ganadora de una medalla de oro, que ha conquistado el corazón del otrora mejor golfista del planeta.
Llevábamos tiempo sin hablar de Tiger más allá de lo que concierne a su vida profesional. Desde que volviera a los campos en Augusta parece que el californiano ha espantado todos sus fantasmas. Ya no salen a la luz sus negocios de restaurantes, ya no hay gente que le acuse de dopaje y ya ni tan siquiera se atreven a seguir comparándolo con Rory McIlroy. Qué alivio, deberá pensar el golfista. Por una parte sí. Sin embargo, ya nadie se acuerda del bueno de Woods. Y no hay que olvidar que una de las máximas del marketing es que hablen de uno, aunque sea para mal.
Esto ha debido pensar su pareja, que compareció hace unos días en Late Night with Seth Meyers y, entre otros temas, sacó a la palestra su nueva vida después de conocer al golfista. “Tiger tiene unos hijos maravillosos y él es un padre increíble. Me siento una privilegiada por poder compartir mi vida con él”, comentó la deportista. Y es que la esquiadora norteamericana se ha convertido en una persona importante en la vida de los niños, como se pudo apreciar en Augusta, guiando a Sam y Charlie por todo el circuito mientras seguían la competición de su padre.
Vonn y Woods han forjado a todas luces una relación muy estrecha que acaba de celebrar su segundo aniversario, algo por lo que muy pocos apostaban. Unos creían que era una simple aventura, un amor pasajero; otros, un truco publicitario para que Woods rehabilitara su imagen después de sus escándalos amorosos. Pero el amor se ha impuesto y esta estabilidad emocional puede hacer bien a Tiger en su vida profesional.