“¡Nos vamos a Augusta! ¡Nos vamos a Augusta!”. Esta frase se repetía con fuerza en el vestuario de los Golden State Warriors de la NBA tras proclamarse campeones de liga después vencer en el sexto partido a los Cleveland Cavaliers de Lebron James.
André Iguodala, elegido jugador más valioso de las finales, no podía contener su alegría anunciando a los cuatro vientos que iban a poder disfrutar de un día de relax en uno de los mejores campos de golf del mundo. ¿Cómo se llegó a una situación así, donde los jugadores celebraban esta visita como un niño cuando le prometen ir a Disneyland? Todo esto viene ya desde hace más de dos semanas, con una de esas apuestas que muchos deportistas hacen con sus entrenadores.
Steve Kerr es el entrenador del equipo de San Francisco. Este exjugador, conocido en el deporte de la canasta por ser uno de los escuderos de lujo de Michael Jordan en los Chicago Bulls de la década de los 90, firmó este año su primer contrato como máximo responsable de un equipo profesional. Y qué debut.
Después de una temporada regular de récord el equipo californiano se enfrentaba a los temidos Cavaliers en las finales de la NBA. Para dotar de más intensidad a su equipo, Kerr se comprometió en utilizar sus influencias para asegurar a los chicos una jornada de descanso y tranquilidad en el Augusta National de Georgia si conseguían salir campeones. Y parece que las palabras han dado resultado.
El equipo comandado por Stephen Curry –reconocido amante del golf al que alguna vez hemos podido ver sobre la hierba con un palo entre las manos– venció en la madrugada del martes en el Chicken Loans Arena de Cleveland por 105-97 para conseguir el segundo campeonato para la franquicia. Un logro que redondearán en unos días con la visita al verde de Augusta. Ahora solo les queda disfrutar del premio conseguido.