Es extraño que quien haya frecuentado el Maderas Golf Club en Poway (California) no haya reparado en la presencia de una chica joven, de aspecto atlético y pelo oscuro en el campo de prácticas. Se le puede ver nada más arrancar el día, perfeccionando los putts que le han convertido en una de las grandes promesas del LPGA.
El Maderas Golf Club es el lugar de trabajo de María Hernández, la pamplonica que se mudó a San Diego hace cuatro años y que luchó contra las adversidades para labrarse un futuro profesional en el golf.
Hernández tuvo una carrera universitaria que podría compararse a la de Lorena Ochoa. Ganó 13 torneos en cuatro años en la Universidad Purdue, incluyendo el campeonato individual de la NCAA en 2009. Pero a partir de este momento su salud se resintió, y el encontrar de nuevo su mejor nivel ha sido una lucha constante desde entonces según publica la web utsandiego.com.
Poco después de convertirse en profesional, entrenadores del Titleist Peformance Institute le aconsejaron descansar. Su swing le estaba provocando un daño muy grave tanto al cuello como a la columna vertebral, y estaba en peligro de permanecer en una silla de ruedas el resto de su vida. Además, una hernia discal le pellizcaba los nervios y provocaba que algunos días no pudiera levantarse de la cama, porque no sentía las manos ni los pies. Tuvo que parar. Colgó los palos durante más de seis meses y regresó a casa, donde vivió de primera mano la pérdida de su padre, que luchaba contra una larga enfermedad.
Pasó el tiempo y, gracias al trabajo del fisioterapeuta Ryu Kawajiri, regresó a los campos. Sin embargo, a finales del año pasado la mala suerte se interpuso de nuevo en el camino de la jugadora de 28 años. Estando en China contrajo un parásito y, después de algunos diagnósticos erróneos, Hernández sufrió una úlcera en su intestino que le ha provocado la intolerancia al gluten, la glucosa y la fructosa, además de perder casi 7 kilos de peso.
Y aquí está la parte extraordinaria: debilitada hasta el punto de no saber si podría caminar los 18 hoyos, Hernández terminó empatando en el tercer lugar en la Escuela de la LPGA. “Ni siquiera sé cómo lo hice. Estaba muy enferma. El primer día del torneo veía dos bolas en el campo de prácticas”, contaba Hernández.
Chris Mayson, su entrenador en el Maderas Golf Club, afirma que “María es la persona más trabajadora” con la que ha estado nunca. “Siendo honestos podría decir que trabaja demasiado, pero así es como es ella”, bromea Mayson.
Hernández es una luchadora incansable. Precisamente los reveses vividos le han hecho darse cuenta de que toda meta lleva su tiempo y que lo importante es llegar, no el tiempo que se tarde en hacerlo. “Siempre he pensado en el golf como un proceso. Nunca pensé que fuera a ser inmediato. Quiero llegar a la cima, pero no tengo prisa. Estoy trabajando de la forma correcta. Si ya lo he hecho antes, ¿por qué no voy a poder repetirlo?”.