Así no, Rory. El genial golfista norirlandés soltó la bomba en la rueda de prensa del martes, y desde hace unas horas no se está hablando de otra cosa en el planeta golf. En una semana en la que ha coincidido la disputa de The Open Championship con la publicación de la lista de participantes que competirán en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, el golfista europeo fue tajante con el porqué de su decisión de no acudir a una cita por la que muchos lucharon durante bastantes años.
“No estoy en el golf para hacer crecer este deporte”, admitió de forma rotunda el jugador, ante lo que se empezó a crear un murmullo en la sala de prensa de Royal Troon. “Sinceramente, no me siento decepcionado por la medida que adopté en su momento. Me metí en el golf para ganar campeonatos y títulos importantes y, de repente, se me encomendó responsabilidad de hacer crecer este deporte. Lo entiendo, pero no lo comparto. No estoy en el golf para llegar a los demás”, añadió.
“Probablemente vea los Juegos en televisión, pero no creo que el golf sea uno de los deportes que vaya a seguir. Veré atletismo, natación… lo que realmente importa de Río 2016”, sentenció McIlroy.
Las palabras cayeron como un jarro de agua helada en los periodistas que se agolparon para escuchar al atleta norirlandés. ¿Qué pensará de estas declaraciones Jack Nicklaus, ferviente defensor de la integración de este deporte a nivel mundial? ¿Y Arnold Palmer, Gary Player o hasta el mismísimo Tiger Woods? ¿Y qué decir de los que ya no están pero que lo dieron todo por hacer posible el representar a un país en la gran prueba deportiva a nivel mundial? A este lado tenemos a hombres ilustres, como Bobby Jones o el mismísimo Seve Ballesteros.
El vil metal está detrás de estas palabras. Entre todos van a conseguir acabar con el sueño olímpico que ha tardado más de un siglo en volver a hacerse realidad. Las estrellas del golf lo saben, y parece que no les importa lo más mínimo terminar de raíz con el trabajo de una generación de personas que creyó en un golf de alcance mundial, accesible para todas las personas. “A fin de cuentas, una medalla no es más que una chapa”, pensarán.
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