Vaya día el que tuvo ayer Rory McIlroy. El número uno mundial no acaba de dejar atrás los fantasmas que le acompañan desde la segunda jornada del BMW PGA Championship. Si en el evento disputado en Wentworth el norirlandés firmó 78 golpes en la mañana del viernes, ayer pegó ¡80! en el Royal County Down de Newcastle. Rory no hacía una puntuación tan alta en 18 hoyos desde el Masters de Augusta de 2011, donde aquel fatídico último día le privó de conseguir su primera Chaqueta Verde.
Si se tuviera que elaborar una lista con las peores cosas que le podrían haber sucedido a Rory McIlroy en el primer día de competición, seguramente no se habría podido vencer a la cruda realidad. Y es que, para colmo, cuando se disponía a lanzar su primer golpe, comenzó a llover. A partir de aquí no solo tuvo que lidiar con un campo más pesado de lo normal y con una tarjeta plagada de bogeys (9), sino que, por primera vez desde hace más de tres años, el golfista europeo no consiguió ningún birdie.
“No quiero echarle la culpa a factores externos”, aseguró el número uno mundial. “No jugué lo suficientemente bien y el resultado es fiel reflejo de ello. Es la segunda vez que participo en el Irish Open y todavía no he encontrado el momento para saborear que estoy en mi casa y que todo el mundo quiere que me vaya genial”.
A falta de escasas tres semanas para que el segundo Major del año entre en escena no podrían ser peores las sensaciones que transmite el británico. Salvo milagro –el corte está proyectado en tres sobre el par, seis golpes menos de los que tiene Rory– será el segundo evento consecutivo en el que el norirlandés no esté presente durante el fin de semana. Se le está atragantando esta mini gira por Reino Unido, adonde llegaba tras vencer en dos de los tres últimos torneos disputados en Estados Unidos.
Rory no pierde la sonrisa y aseguró luchar hasta el final para estar entre los mejores: “Voy a seguir trabajando para mejorar. Además, me gustaría dar a la gente algo que celebrar y un primer birdie sería un buen comienzo”.