Sergio García, discreto segundo plano durante 36 hoyos, ha irrumpido con enorme fuerza en la tercera jornada del Open de España, 67 golpes que le permiten mejorar 47 posiciones en la clasificación, incrustarse dentro del Top 10 y, mejor aún, convertirse junto a Jorge Campillo en mejor opción española –con posibilidades reales de hacer algo grande, como cuando ganó este torneo en El Cortijo en 2002– a falta de 18 hoyos apasionantes, registros puramente numéricos para una ilusionante actuación.
Sergio García es un personaje magistral, palpable constatación de una trayectoria jalonada de triunfos ante la que sólo cabe quitarse el sombrero. Ganó este Open de España de 2002 –apenas 3 años después de hacerse profesional– y desde entonces ha construido una trayectoria admirable que le ha llevado, de forma continuada, a lo más alto del Ranking Mundial.
Entre los mejores jugadores del mundo por ello, año tras año además, su espectacular calidad salió a borbotones durante la tercera jornada de un Open de España que comanda ahora un nuevo dúo de colíderes, terceras nuevas opciones en tres rondas de creciente emoción, los ingleses David Howell y James Morrison, el primero habituado al triunfo, el segundo otro de tantos jugadores que sueñan con utilizar este Open de España como trampolín de una trabajada carrera que por el momento sólo cuenta con el Open de Madeira como elemento de fulgor.
Sergio García, irrelevante en la primera ronda, carente de brillo en la segunda aun forzando el par del campo –incluso él mismo descartó superar el corte antes de que un viento diabólico agitase como una coctelera la clasificación y le permitiese jugar el fin de semana–, destapó el tarro de sus esencias golfísticas en una tercera ronda donde nada más empezar sacó a relucir, mucho más allá de su indudable calidad, la casta y la garra que todo campeón lleva dentro.
“Si los líderes se mantienen en torno a -8 va a ser muy difícil alcanzarlos, tiene que coincidir una muy buena vuelta mía con una no tan buena de ellos, pero intentaré hacerlo lo mejor posible”, declaró realista quien, con 67 golpes, se distinguió como la mejor vuelta en un campo donde arañar un solo birdie es tarea de titanes.
Sergio García lo hizo en siete ocasiones, siete veces de sentidas ovaciones de un público entregado ansioso de ver triunfar a su ídolo, una espectacular carrera hacia el triunfo lastrada por dos inoportunos errores consecutivos en los hoyos 12 y 13 y, sobre todo, por una actuación pasada –rondas de 75 y 72– que forman parte de una nebulosa de tacto gelatinoso.
En esa misma tesitura, expectante a lo que ocurra en la parte más alta de la tabla, se encuentra el cacereño Jorge Campillo, instalado como Sergio García en una séptima plaza sobre la que construir la escalada definitiva en la última ronda.
Para ello, quien fuera uno de los mejores golfistas amateurs del mundo aplica por el momento consistencia y serenidad (74, 70 y 70 golpes), nobles y preciadas características en un campo que, una ronda más, se erige como silencioso juez y parte por sus intrínsecas y demoledoras dificultades, esas que por cierto tanto gustan a uno de los actuales colíderes, James Morrison, halago continuo hacia un campo “que ojalá fuese norma habitual en el Tour Europeo. Es duro, fantástico, como lo deberían ser todos. Me gusta salir de líder así”.
No obstante, nadie, a pesar de comandar la clasificación con 7 bajo par –un honor adquirido a base de aciertos por la pareja de ingleses integrada por David Howell y James Morrison– está a salvo de distinguirse como gran favorito, tal es la concentración de incógnitas de un torneo que se resolverá, conciencia general, en el último suspiro.
Por detrás, a la expectativa, se encuentran el inigualable Miguel Ángel Jiménez, otra vuelta con el par del campo, y los dos ídolos locales, Pablo Larrazábal y Eduardo de la Riva, que trabajan asimismo con ahínco para acaparar unos focos que, en esta tercera jornada, pertenecen a Sergio García, preludio de una ronda final ante la que las casas de apuestas –vaya eclosión de incógnitas, vaya maremágnum de interrogantes– se frotan las manos.