Siempre se ha dicho que el golf nos pone a cada uno en nuestro sitio. Yo iría más allá, el golf desnuda nuestra manera de ser, nos muestra el tipo de persona que en realidad somos. Digamos que nos conecta con nuestra vulnerabilidad, que tiene que ver con cómo nos afecta todo lo que nos sucede alrededor, con nuestra parte más sensible, emocional y la capacidad de conectar con ella. Negar nuestras vulnerabilidades o tratar de ocultarlas es directamente negar nuestra parte más esencial.
Y es que, si algo tiene este deporte es que la curva emocional en una ronda es muy variable y llena de “altibajos” emocionales y mentales. Y pienso que el error que cometemos muchos golfistas, amateurs y profesionales, es no dar mucha importancia a la preparación mental y emocional. Y no solamente para obtener mejores resultados, sino por el puro placer de disfrutar desde el primer golpe hasta el último, incluso cuando nuestro swing esté “fuera de punto”.
Pero entrenar y trabajar nuestro “swing interior” significa trabajar una parte vulnerable de nuestro ser y esto produce ciertas resistencias porque conecta con partes de nuestra personalidad que llevan muchos años con nosotros y con hábitos conductuales que ni siquiera nosotros nos damos cuenta que tenemos.
Os pongo un ejemplo, a veces cuando estamos jugando mal decidimos ir al profesional a que nos “arregle” y nos ajuste. El profesional en un par de swings ya detecta cuál es el problema y nos lo corrige. Curiosamente cuando hacemos lo que él nos aconseja, nuestros golpes empiezan a mejorar. ¿Es magia? No, es simplemente que una mirada profesional externa es muy necesaria para “deshacer” malos hábitos de los que no éramos capaces de darnos cuenta por nosotros mismos. Esto lo entendemos todos y todas.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando día tras día en el campo soy una amalgama de emociones o parece que desde el hoyo 1 estoy más tenso que la goma de un tirachinas? ¿Por qué no es habitual pedir ayuda para poder disfrutar de nuestro amado deporte?
Es porque frecuentemente pensamos que pedir ayuda a un profesional sobre temas emocionales y mentales es de personas poco autosuficientes y nos hace sentirnos vulnerables. Sin embargo, las personas que jugamos al golf podemos hacer un 2 por 1. Y es que, todo lo que puedas trabajar a nivel emocional y mental en el golf te servirá para aplicarlo en cualquier otro ámbito de la vida.
Los palos, la bola y el campo son elementos donde entra en juego nuestra vulnerabilidad, que no es más que aceptar lo que nos ocurre en cada instante del juego y entender que no podemos controlarlo todo. Es ser consciente de nuestras limitaciones y permitirnos fallar o tener un muy mal día, es aprender a pedir ayuda, buscar apoyos o incluso aceptar que un día el campo nos ha dado una paliza.
Desde la vulnerabilidad es desde el único lugar que tenemos de mejora, porque entenderemos que, aunque soy fuerte, no puedo con todo, pero si que tengo recursos emocionales para decidir como responder de manera positiva a las circunstancias adversas. Y esto, sin duda, también se puede entrenar, trabajar y mejorar. Dar paso al enfado, la culpa, la vergüenza o la exigencia extrema tiene que ver más con una parte de nuestro escudo mental que nos impide reconocer nuestras emociones y esa parte interior con la que a veces da un poco de “yuyu” conectar.
Si nos analizamos bien, no hay mucha diferencia entre nuestro comportamiento, nuestros pensamientos, nuestra conducta en el campo de golf y cómo somos en nuestro día a día, sobre todo en momentos complejos o estresantes. Decía Platón que, “se conoce mejor a una persona en una hora de juego que en un año
de conversación”. Y desde mi experiencia como profesional en el coaching deportivo y como jugador no puedo estar más de acuerdo con esta frase. Y yo apunto que la parte más oscura de nuestro interior sale a la luz cuando nuestro juego nos lleva al límite y aunque en el día a día vamos “reprimiendo” esta parte oscura, el golf una vez tras otra nos recuerda que existe. Es una información muy valiosa que gracias al golf nos da la oportunidad de mejorar tanto en el campo como en la vida.
Y también pienso que trabajar tu swing interior, tus emociones o tus pensamientos y sentimientos no va a asegurarte que todos los días realices partidas por debajo de tu par, pero te aseguro que lo que si te va a cambiar es tu capacidad de adaptar tu estado de ánimo para, pase lo que pase, realizar un recorrido con la sonrisa puesta.
David Espinosa es Coach Deportivo y facilitador de procesos en equipos, además de un apasionado del golf e investigador de todo el backstage que implica este gran juego en la parte mental y emocional.