El pasado fin de semana parecía un fin de semana más en la Academia de Golf de Rotherham de Pete Cowen, uno de los más afamados entrenadores de golf con los que cuenta el viejo continente. El viernes, un grupo de 20 niños con discapacidad visitó el complejo británico. El sábado, más de 100 niños dieron sus primeros pasos en el golf, golpeando la bola y disfrutando de un buen día en las inmediaciones del río Don.
Sin embargo, todo cambió el domingo. Un grupo de matones entró en el complejo a través del techo y, en palabras de Cowen, “destrozaron el lugar”. Es el sexto robo en seis meses al que debe hacer frente el popular entrenador, con el gasto material y anímico que ello supone. Esta circunstancia hizo que Cowen escribiera al primer ministro para el deporte Helen Grant y al ministro de gobierno local Eric Pickles, en ambos casos sin respuesta.
Hasta que recibió una respuesta desde la oficina del Premier inglés David Cameron, donde el dirigente compartía su preocupación. “Es un comienzo”, afirmó Cowen. Y añadió: “He estado en contacto con diversos órganos, pero cuando pides ayuda hacen oídos sordos. No quiero publicidad, pero no podemos obtener a los mejores deportistas de esta manera. Mi gran temor es que el golf está muriendo a nivel de base. Si lugares como el mío se ven obligados a cerrar, ¿qué esperanzas habrá para las futuras generaciones?”