A lo largo de los años multitud de golfistas de han visto envueltos en situaciones trágicas relacionadas con sus palos. Pérdida, extravío, daños… Sin ir más lejos, uno de los últimos jugadores en sufrir estas consecuencias fue el canadiense Graham DeLaet, que recibió sus palos para disputar el Open con varios días de demora y, además, con una curiosa capa de polvo y arena encima de ellos.
Pues bien, la siguiente historia no tiene nada que envidiarle a la del americano. De hecho, es una de las más surrealistas de los últimos tiempos. Su protagonista es la estadounidense Stacy Lewis.
La actual número tres de la clasificación mundial se encuentra inmersa esta semana en la lucha por conseguir su tercer Major en Turnberry, en el Women’s British Open. Pero su trabajo le ha costado iniciar su participación en la cita británica. Y es que sus palos no llegaron cuando se suponía que lo debían hacer –el lunes-, sino que le informaron que debía de tener paciencia y esperar, como mínimo, 24 horas más.
“En estos momentos no dispongo de ese tiempo. Tengo que comenzar a prepararme para una cita importante y no dispongo de mis herramientas de trabajo”, contestó la norteamericana a una de las trabajadoras de la aerolínea con la que había viajado. “Está bien, alquile unos”, fue la respuesta que obtuvo la deportista. Se pueden imaginar la cara de estupor de Lewis al escuchar estas palabras.
Pero cuando todo parecía perdido un rayo de esperanza se reflejó en los ojos de la norteamericana. Dio la casualidad que el lunes por la tarde el caddie de Lewis, Trevis Wilson, se encontraba paseando junto a Laura Davies y otro caddie, Mick Seaborn, por suelo británico. Y lo que son las cosas. Este caddie, al conocer la historia, le comunicó a Wilson que podía ayudarle. “Tengo un amigo de la infancia que es el jefe de la terminal 5 del área de equipaje de British Airways. En alguna ocasión le hemos pedido ayuda cuando a Laura –Davies- le ha pasado algo así”. Dicho y hecho. Una llamada rápida y Lewis y su caddie se pusieron en movimiento.
El amigo de Seaborn había salido previamente a la pista de aterrizaje, donde, literalmente, cientos de bolsas se amontonaban, y había encontrado los palos de golf de la estadounidense. Sólo tenían que ir al aeropuerto a por ellos y el asunto estaba arreglado. Pero esto no podía concluir tan fácilmente. Cuando estaban a escasos kilómetros de su destino un ruido en el coche los dejó sin respiración. Sus malos presagios se hicieron realidad. Habían pinchado una rueda.
Por suerte no les demoró mucho y pudieron recoger los palos, que estaban sanos y salvos y ya con su legítimo dueño. “Con esta gran cantidad de viajes que hacemos los golfistas es inevitable que te acabe pasando”, reconoció Lewis. “Voy a dormir mucho mejor sabiendo que podré jugar con mis palos. Es un alivio”. Ahora, su única preocupación deberá concentrarla en salvar los obstáculos de Turnberry y repetir la victoria del año 2013.