Desolado. Triste. Devastado. Cualquier adjetivo se quedaría corto para describir el estado sentimental por el que atraviesa en estos momentos Tiger Woods. Era un hombre feliz. Volvíamos a ver ráfagas del viejo Tiger, aquel que dejó boquiabierto al mundo entero con su juego.
Completó una más que aceptable actuación en Augusta después de dos meses sin competir. Ya había planificado su agenda para los próximos meses y, cuando creía que todo iba a ir viento en popa, le sucede. Su pareja, la esquiadora Lindsey Vonn, le dice adiós. La ruptura con la excampeona olímpica le provocó tres días de insomnio. A fin de cuentas, eran casi tres años compartiendo el día a día con ella.
“Es difícil. Es un palo muy duro, no voy a mentir. Además, esta época del año es un período complicado para mí”, comentó Tiger, haciendo alusión al aniversario del fallecimiento de su padre Earl, que le dejó un 3 de mayo de hace ya nueve años. “Hemos acordado dejarlo mutuamente. Tengo una gran admiración y respeto por Lindsey por la manera en la que me ha tratado tanto a mí como a mis hijos. Por desgracia, llevamos vidas muy agitadas y los dos competimos en deportes exigentes. Es difícil pasar tiempo juntos”, reconoció el californiano.
La última vez que se les vio juntos en público fue hace ya más de un mes, durante la disputa del Masters de Augusta. Ahora, Woods deberá enfrentarse en solitario a unos campos que hace años le vieron reinar, tarea para la que el americano dice estar preparado: “Siempre he tenido que hacer frente a circunstancias extradeportivas. En el momento que estás sobre la hierba y das el primer golpe, te olvidas un poco de lo que tienes a tu alrededor y te concentras en el golf. Allí me meto en mi pequeño mundo, mi pequeño refugio y trato de hacerlo lo mejor que puedo”, confesó el estadounidense.
La primera cita de Woods post-Lindsey le llevará al TPC Sawgrass de Florida, donde tratará de repetir en The Players el éxito cosechado en su última participación en 2013, donde consiguió la victoria.