No sale de una y se mete en otra. Este es el día a día del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que cuando no prende fuego a las redes sociales con comentarios salidos de tono, sale a la palestra con alguna decisión que dista mucho de ser propia de uno de los dirigentes con más poder del planeta. No hay más que ver la que ha liado hace escasas horas con el sello presidencial y uno de sus campos de Golf para darse cuenta de la situación.
Ya hemos hablado en alguna que otra ocasión de los tradicionales problemas que ha encontrado el mandatario norteamericano para separar sus negocios privados de lo que es ser el representante de todo un país, y ahora hemos vuelto a ser testigos de ello después de que la Administración Trump se viera obligada a recoger cable y echar marcha atrás una medida que se estaba comenzando a implantar en uno de los complejos de Golf del político: el utilizar como marcadores de tee la imagen del sello presidencial, algo totalmente prohibido.
“Una ley rige la fabricación y el uso del sello. Cualquier semejanza o facsímil del mismo para cualquier cosa que no sea el negocio oficial del Gobierno puede constituir una ofensa criminal punible con hasta seis meses de prisión”, recoge el medio ProPublica. “Esta ley es una expresión de que el poder ejecutivo y la autoridad gubernamental no deben usarse con fines privados”, afirma también en esta línea Kathleen Clark, profesora de derecho en la Universidad de Wahington.
Tal revuelo se formó con los dichosos sellos que, aunque en un primer momento fuentes cercanas a la Casa Blanca descartaron rotundamente que el hecho constituyera delito, el gabinete del Gobierno ha optado finalmente por eliminar cualquier vestigio de este objeto afirmando que “no había sido más que un regalo de un grupo de miembros, que son grandes fans del presidente, y que habían sido colocados en el campo temporalmente”.