Si es difícil vislumbrar un albatros en el mundo profesional, imagínense lo que es ver esta auténtica hazaña entre los amateurs: una carambola que se antoja más fácil conseguirla a través de la ayuda divina que a partir de años de entrenamiento. ¿Y qué decir si es lograda por un chico de 15 años que apenas lleva un año con los palos en las manos?
Pues que, según datos facilitados por expertos, las probabilidades se reducen a la mínima expresión, un millón a uno para ser exactos. Y todavía es menor si se tiene en cuenta el campo en el que se llevó a cabo tan singular registro: el Meadows Farms Golf de Locust Grove (Virginia), lugar del hoyo más largo del mundo según los datos del libro Guiness de los Records.
Más de 700 metros de bandera que vio triunfar hace un par de días a Michael Wallace, un chico al que sus padres introdujeron en el Golf en el equipo del instituto para que se relacionara con más personas y dejara a un lado su vida sedentaria y dedicada casi en su totalidad a los videojuegos.
“Mi entrenador me dijo que golpeé muy lejos para alguien de mi tamaño”, comentó el adolescente en una entrevista reciente, antes de confesar que si no llega a ser porque el sol se fue escondiendo y eliminando poco a poco la luz sobre el campo, podría haber acabado con una vuelta de 90 golpes. Pero eligió este par 6 para rozar la perfección.
“En el primer golpe la bola no viajó más de 220 metros por el aire, pero rodó unos 45 metros “, confirmó Josh Dotson, gerente general del campo. “En el segundo utilizó un híbrido 3 para recorrer otros 200 metros y para su tercer intento no se guardó nada. Otros 200 más para dejar la bola en el green”, comentó. Lo que nunca se iba a imaginar es que la pelota se introdujera en la cazoleta.
“Subimos al green y en ningún momento vi dónde reposaba la bola. Entonces Randy Wood, con quien estaba jugando, me sugirió dirigir la vista hacia el hoyo. Y, definitivamente, allí estaba”, sentenció el adolescente, que vio lo que es ser famoso por un día con la cantidad de actos en el Club y entrevistas a las que ha tenido el placer de hacer frente. Pero ya saben: palos con gusto no duelen.