El pasado domingo un grupo de cuatro encapuchados atacó a Donald Trump a través de uno de los sitios donde más le duele: sus campos de golf. Estas personas, que según el Departamento del Sheriff del Condado de Los Ángeles pertenecen a un grupo que se autodenomina “colectivo anónimo activista medioambiental” entraron antes de que arrancara el día en uno de los greenes del Trump International Golf Course de la población californiana y causaron unos destrozos estipulados en más de 20 mil dólares al plasmar en las inmediaciones de bandera un mensaje con letras de casi dos metros de alto en el que podía leerse: “No more tigers. No more woods”. [No más tigres, no más bosques].
El recado, que trataba de buscar un hilo conductor entre el Golf y lo que querían demandar, buscaba llamar la atención sobre la “indiferencia descarada”, según las propias palabras de la propia organización, del nuevo presidente estadounidense por el medioambiente, algo que podría causar mucho sufrimiento a corto plazo. “En respuesta a la reciente decisión del presidente de exterminar nuestras políticas de protección existentes, la acción directa fue concebida y ejecutada en su campo de golf de California en forma de esta simple nota”, comentó el grupo en un comunicado enviado al Washington Post.
“Destrozar el campo está justificado en muchos sentidos. Cambiar lo que un día fue un hermoso camino de tierra por un patio de recreo para los privilegiados es un crimen ambiental. Esperamos que le llegue el mensaje tanto a Trump como a su corrupta Administración. Sus acciones se contestarán con más acciones”, finalizaba la misiva, a la que añadieron un making off del acto en cuestión. Por el momento, Trump permanece callado. Eso sí, no sabemos por cuánto tiempo.