Uno de los grandes peligros con los que puede contar un campo de golf son los obstáculos de agua –y si no que se lo digan a Jordan Spieth en el Augusta National-. Un mal disparo puede suponer la diferencia entre seguir ostentando una ventaja en lo alto de la tabla clasificatoria o acabar perdiendo el campeonato. Sin embargo, los golfistas no son los únicos que experimentan los problemas que supone mandar una bola al agua. Y hace unos días una pareja de estudiantes norteamericanos lo comprobó en sus propias carnes cuando realizó un descenso a las profundidades de la bahía de Carmel para un trabajo de clase–cerca de Pebble Beach- y se encontró con miles de pelotas de golf.
“Me sorprendió y me quedé profundamente disgustado al mismo tiempo”, afirmó Jack Johnston, uno de los chicos que propuso la inmersión, a los micrófonos de KSBW8. El panorama era desolador. Miles de pelotas blancas que comenzaban a desintegrarse formando un amasijo de hilos, gomas y plásticos que tenían como destino la fauna marina, que consideraba esta basura un suculento manjar. “Al parecer, los peces se alimentan de las bandas de goma que se desprenden de las pelotas, y les acaba provocando la asfixia”, continuó.
Por suerte, el hallazgo ha despertado la atención de todos cuantos tienen que ver con la conservación de la zona, en especial con el campo de golf de Pebble Beach. De hecho, Aurora Mathes, una trabajadora del complejo, contactó con los estudiantes para felicitarles por el hallazgo y para comprometerse a trabajar con ellos en el futuro en relación a la limpieza de bolas del lugar.
“A lo largo de las décadas hemos tenido en este lugar investigadores científicos, buzos profesionales y demás expertos y nadie ha conseguido llamar tanto nuestra atención como lo han hecho estos estudiantes con su trabajo. Estamos muy orgullosos de ellos”, reconoció la empleada. Gracias al espléndido informe llevado a cabo por estos chicos, el Monterrey Bay National Marine Sanctuary y Pebble Beach ya están trabajando juntos para llevar a cabo una serie de medidas que incluyan una limpieza general del área y limpiezas programadas cada semestre para evitar que los residuos que desprenden las bolas acaben en el Pacífico.
Y es que una decena de bolas al día durante los 365 días del año da para mucho.