Se supone que uno va a jugar al golf a pasar un buen rato con los amigos, aunque en ocasiones el resultado en el campo supera al jugador, lo que le hace regresar a casa con algún palo de menos en la bolsa. Es el caso de estos dos jugadores que enfadados por sus golpes, uno desde el tee y otro desde la calle, decidieron que la vida de sus palos habían llegado a su fin con las consiguientes risas de sus compañeros.