La deportividad no conoce ni fronteras ni edades. Hace unos pocos días pudimos comprobarlo de primera mano a raíz de la historia de Yago Horno, un golfista de 7 años que, haciendo un ejercicio de sinceridad y compañerismo, accedió a escribirle una carta a la Federación Andaluza de Golf (RFGA) informándoles de la devolución de los trofeos conseguidos en un torneo tras comprobar un error en su tarjeta.
“Son los valores básicos de cualquier deporte y de la vida en general. Debería ser algo normal y no tener toda la repercusión que está habiendo con todo este tema”, comentó el padre del pequeño, Kostka Horno, ante los micrófonos de la Cadena Ser. Pero lo que es cierto es que este gesto ha conseguido esbozar una sonrisa en la cara a más de una persona.
Todo comenzó el sábado 12, cuando Yago se alzó con la victoria en un torneo de los Circuitos Infantil y Benjamín de Andalucía disputado en el club que dirige su padre, el Isla Canela Golf (Huelva). El joven deportista firmó una brillante tarjeta de 50 golpes que le permitió, incluso, situarse por encima de su hermano mayor.
Sin embargo, al llegar a casa todo cambió de repente: “Habitualmente, no es hasta la noche cuando repasamos lo que han hecho durante la jornada. A ellos les encanta contarme sus sensaciones y cómo ha ido el día”, afirmó su padre. “Entonces, cuando pasamos a repasar los golpes de Yago, me doy cuenta de que al sumar el resultado es el de 51 golpes en lugar de los 50 que aparecía en las listas definitivas”.
“En primer lugar, él se da cuenta de que con 51 golpes no conseguía el trofeo y ya tenía en la cabeza el runrún de que poseía algo que no le pertenecía. Es entonces cuando le hablo de la regla del golf, que dice que si se firma una tarjeta con menos golpes de los que se han hecho –aunque realmente se tratara de un error y fuera sin querer- eso producía la descalificación”, siguió.
La cara de Yago cambió de repente, se le vino el mundo encima. “Estaba preocupado sobre todo por dos razones: una, qué pensaría su madre; y dos, qué iba a pensar la gente”, admitió su progenitor, que dejó la decisión en manos de su hijo. “Yo le puse las dos opciones encima de la mesa. Podría optar por no decir nada y quedarse con el trofeo –aun sabiendo que no era suyo- o bien decírselo a la Federación, con lo que ello implicaba. Tras una hora de reflexión, optó por lo segundo y tanto él como su hermano decidieron ponerse manos a la obra para transmitir su decisión por carta”.
Un escrito que decía lo siguiente: “Hola, soy Yago Horno. El sábado día 12 de marzo jugué el torneo de benjamines en Isla Canela. El resultado en las listas es de 50 golpes. Revisando con mi padre mi recorrido, me di cuenta que firmé mi tarjeta con un golpe menos, el resultado real es de 51 golpes (…) Os mando los trofeos para que se los deis a mis compañeros que se lo merecían. He aprendido que tengo que revisar mis resultados antes de firmar la tarjeta de juego”.
Una historia pequeña, pero con un simbolismo enorme.