Era un secreto a voces que, después de que el torneo más importante del mundo visitara por partida doble la Europa Continental, en su siguiente edición volvería a hacer parada en las islas británicas. Aunque no ha sido hasta hace pocas horas cuando el gabinete de comunicación de la Ryder Cup ha pregonado a los cuatro vientos que en 2026 el torneo viajará hasta Adare Manor, campo ubicado en el precioso condado de Limerick y propiedad del multimillonario JP McManus desde el pasado 2015.
“Es un campo que conozco a la perfección porque he participado en las recientes renovaciones en las que se ha visto implicado”, reconoció el tres veces ganador de Majors Padraig Harrington y próximo capitán europeo en la cita que tendrá lugar en 2020 en Whistling Straits. “Probablemente si combinamos el campo y la Casa Club estemos hablando del mejor resort de toda Europa. Las condiciones para jugar allí son increíbles, insuperables”, sentenció el jugador.
Una decisión que llega después de que el European Tour reconociera que el Irish Open está garantizado hasta, al menos, el 2026. Y, puestos a sospechar -y viendo cómo se ha desarrollado la política de sedes en el último cuarto de siglo- no nos equivocaríamos mucho si decimos que esta noticia ha tenido un gran peso dentro de las negociaciones -basta recordar cómo España se quedó en 2022 sin Ryder Cup después de que la candidatura italiana asegurara una monumental inversión en su torneo nacional durante unas cuantas ediciones -de hecho, el Italian Open es ya un Rolex Series-.
Según BBC Sport, se cree que el costo total del evento para el gobierno irlandés partirá de varias decenas de millones de euros, aunque se espera un beneficio para la economía de unos 160 en una de las grandes semanas deportivas del año. Y seguro que nadie puede llegar a discutir la rentabilidad.