Carlota Ciganda llegaba al hoyo 18 del domingo empatada junto a Alison Lee en la primera posición del LPGA KEB Hana Bank Championship. La navarra había hecho lo más difícil en las primeras horas del día en Corea del Sur, convirtiendo seis birdies en las diez primeras banderas para distanciarse en lo alto de la clasificación y, sin embargo, los nervios le jugaron una mala pasada a partir del 14. Doblebogey en el 14, bogey en el 16 y otro más en el 18 para quedar a merced de la estadounidense. Por suerte, Lee tampoco pudo pasar del bogey en la última bandera y un PlayOff dictaría sentencia esta semana en el LPGA.
Eran momentos duros para Carlota. Le daba vueltas a los últimos fallos, pensando que podía estar levantando ya su primer trofeo en el circuito estadounidense y, sin embargo, se lo iba a jugar todo a una carta con una jugadora que, en su primer año como profesional, había logrado la proeza de clasificarse para la Solheim Cup. Fue entonces cuando algo cambió en su manera de jugar y, sobre todo, de pensar. Se acordó de la persona que se lo había enseñado todo, como una vez definió a Rogelio Echeverría, su mentor, cuando la española escalaba puestos en la clasificación mundial.
Su entrenador de toda la vida, fallecido en el verano de 2014, se quedó con las ganas de verle ganar en el LPGA, el circuito profesional más grande del golf femenino. Es por esto que tenía que hacer un esfuerzo. Carlota Ciganda sacó fuerzas de donde no había y en el hoyo 18 –el mismo en el que unos minutos antes le había abierto las puertas del triunfo a la estadounidense, consumó el triunfo. Y como es normal, la victoria tuvo una dedicatoria especial al llegar a la sala de prensa.
“Esta victoria significa mucho para mí”, comenzó apuntando la jugadora española. “Es muy bonito ganar en Corea, donde el golf es tan grande. Sobre todo porque los dos últimos años han sido muy difíciles para mí a raíz de la pérdida de mi entrenador. Tuve que buscar otro preparador, cambié de caddies…Ha sido un largo viaje, pero no cambiaría esta profesión por nada del mundo”, sentenció. Ella sonrió y miró al cielo, y seguro que desde arriba Rogelio le devolvió el guiño.