Muy pocos se hubiesen atrevido a imaginar un final de torneo como el que vivimos este domingo en el Phoenix Open. Y si no que se lo digan a Brooks Koepka, que después de un inicio de día que no invitaba al optimismo, consiguió rehacerse y empezar a domar un campo que no le regaló absolutamente nada. La prueba más clara la vivimos en el 17 cuando, después de que su golpe no alcanzara el green, se tuvo que sacar de la manga este extraordinario chip desde unos 30 metros para apuntarse el eagle que a la postre lo condujo hasta el triunfo.