El golfista oceánico ha vuelto, aunque todavía es pronto para comprobar si se trata de un retorno completo o de si, por el contrario, es una visita de cortesía. Jason Day (-6) llegaba al Bay Hill de Orlando (Florida) tras unas sensaciones agridulces en sus cuatro torneos disputados este 2016.
El australiano todo lo más que había sumado era un T10 a comienzos de año en el Hyundai Tournament of Champions. Y para de contar. Pero esta semana parece que su suerte ha cambiado de bando.
Day, quien finalizó su primera parte del recorrido con un golpe por debajo del par después de tener unos 9 primeros hoyos accidentados –consiguió cuatro birdies, un bogey y un doblebogey- tuvo un envidiable final de vuelta con tres birdies y un eagle que le permitió auparse a la primera posición desde bien temprano. Y ojo con esto, que no es la primera vez que comanda un campeonato de principio a fin.
Eso sí, no lo va a tener nada fácil. Por detrás del número 3 del mundo se ha colocado a un solo impacto un grupo de hasta cinco jugadores que encabezan sus compatriotas Marc Leishman (-5) y Adam Scott –sí, otra vez él-.
El deportista de Adelaida ha llegado a este Arnold Palmer Invitational con la idea de conseguir el triplete de triunfos en otras tantas participaciones y, de momento, está en la pomada. Les acompañan en esta segunda posición el sueco Henrik Stenson y los estadounidenses Brendan Steele y Troy Merritt.
La sorpresa del día –para mal- la ha vuelto a protagonizar el norirlandés Rory McIlroy (+3). Como ya ocurriera en el Honda Classic o el WGC-Cadillac el europeo ha comenzado frío un evento. Y esta vez parece que tiene difícil solución.
Rory vivió un mal día sobre el campo –una bola al agua y otra fuera de límites que desencadenaron dos doblebogeys así lo atestiguan- y en estos momentos se encuentra a 4 golpes de poder salvar el corte. No cabe duda de que si alguien puede lograrlo es él, pero tendrá que sudar de lo lindo.