Era la mitad del verano en la América profunda. Con el aire seco y 46 grados centígrados en el termómetro, la escasa sombra del campo de golf de Omaha ofrecía un mínimo alivio.
Los más determinados se separarían del resto de competidores entre la dureza de los elementos. Solo quedaban tres semanas en el calendario regular de la temporada del Korn Ferry Tour, y los que aspiraban a cambiar sus vidas ingresando en el PGA Tour tenían muy poco tiempo para marcar terreno, sin embargo un joven noruego de 24 años de edad llamado Kristoffer Ventura creía estar listo para lograr esa hazaña.
En realidad, siempre estuvo listo, desde su niñez estuvo dando tumbos por el mundo hasta la inoportuna y descorazonadora intervención quirúrgica a la que tuvo que someterse, poniendo en peligro su futuro profesional. Todo le había llevado a este momento.
Su trayectoria improbable se remonta a la fase final del torneo de clasificación del Korn Ferry Tour, cuando Ventura se disponía a asegurarse la tarjeta para la temporada y comenzar su ascenso inevitable al PGA Tour.
El único problema fue la incómoda molestia física que tuvo que soportar durante los días anteriores. Lo que empezó como un pinchazo inocuo en el abdomen se transformó lentamente en un dolor intenso que lo tuvo despierto toda la noche.
“Me llamó y me dijo que tenía un dolor muy fuerte en el estómago”, dijo su padre, Carlos Ventura. “Me preguntó qué debía hacer. Le dije que tenía que ir al médico inmediatamente. Me volvió a llamar más tarde y me dijo que tenían que operarle. Estaba muy preocupado porque sabía que iba a perderse lo que consideraba su gran oportunidad”, agregó.
Los doctores decidieron extirpar urgentemente el apéndice. Sabiendo que su futuro profesional pendía de un hilo, Ventura suplicó que le dieran medicinas para aguantar hasta la semana siguiente. “No lo entienden, esta es la semana más importante del año”, les dijo, pero no logró convencerles.
“No practiqué hasta el primer día del torneo, y todos mis golpes se quedaban cortos y desviados hacia el desierto”, señaló. “Sentía dolor, irritación y tensión. No podía agacharme para leer los putts porque el cinto rozaba los puntos de las incisiones. Me sentía raro al golpear con el driver y estaba aterrorizado de abrirme alguna herida”, agregó.
Ventura logró terminar con dos golpes bajo el par, pero no fueron suficientes para garantizar su tarjeta para la temporada 2018-19. Su sueño eterno de llegar al PGA Tour tendría que materializarse por el camino más duro en las pruebas clasificatorias de los lunes.
Sin embargo, esa vía resultó tan penosa e implacable como su desafortunada apendicectomía. Solo logró clasificarse una vez durante los primeros cinco meses de la temporada, y no logró superar el corte.
“Cuando pensaba en los últimos dos meses, me daba cuenta de que lo único que había hecho era jugar todos los lunes”, comentó. “Es realmente duro. ¿Cómo voy a llegar al Tour? Especialmente con lo que pasó en la prueba de clasificación. Me sentí como si el mundo realmente no quisiera que jugara en el Tour”, agregó.
Pero sus padres lo encarrilaron. Carlos y su madre, Charlotte, le animaron a tener paciencia y a entender que podría cambiar su suerte en cualquier momento. “No se empieza de director ejecutivo, hay que ir ganándose el puesto”, dijo Ventura.
Kristoffer y sus dos hermanos pequeños, Federico y Pablo, se criaron en el vibrante municipio de Puebla, al este de la Ciudad de México. Allí fue Ventura dio los primeros pasos para convertirse en un prodigio con todas las de la ley, desde sus comienzos con los palos de plástico que le regalaron cuando tenía dos años por Navidad hasta cuatro años después, cuando ganó el US Kids Golf de 2001 en Virginia dentro de su categoría de edad.
Kris, que jugaba sobre todo en el vecino Club de Golf El Cristo, calcula que llegó a ganar 25 torneos junior consecutivos en México. Fue en ese momento cuando sus padres se dieron cuenta de las grandes posibilidades de su hijo en el golf. Así que, cuando Kris tenía 12 años, hicieron las maletas y se trasladaron a Rygge, Noruega, para que se pudiera concentrar más en su juego. Según Ventura, Carlos tuvo que dejar su empleo de veterinario y Charlotte tuvo que abandonar su carrera de arquitectura.
“Todo lo que hicimos en México salió de los bolsillos de mis padres”, dijo Ventura. “Sacrificaron mucho. En Noruega, los que me apoyaron y me acogieron hicieron posible que viajara por el mundo y me desarrollara. Sin ese apoyo, no habría jugado al golf en la universidad y no estaría aquí”, agregó.
Sin embargo, Kris nunca perdió de vista su origen. Aunque juega representando a Noruega, lleva las banderas de sus dos países en la bolsa de golf. Habla en español cuando está con la familia o compañeros latinoamericanos, y está intentando aprender sueco e italiano en su tiempo libre.
“Es diferente cuando te comunicas con alguien en su idioma”, señaló Ventura, cuya madre es noruega y una de las razones principales por la que se trasladaron a ese país. “Siempre que estoy con hispanohablantes o mexicanos, soy mexicano. Pero también soy noruego cuando estoy con compañeros escandinavos o noruegos. Espero que los noruegos no se pongan celosos cuando hablo español ni que los mexicanos se molesten cuando represento a Noruega”, agregó.
Y después de un largo viacrucis, el noruego-mexicano logró su hazaña cuando finalmente se aplacó el calor abrasador que invadió Nebraska en julio. Ventura se anotó 67 golpes en la tercera ronda del Pinnacle Bank Championship, y se puso líder y un golpe por delante del estadounidense Lanto Griffin.
Sabía que estaba a punto de conseguir su sueño y que solo tenía que volver a jugar así los siguientes 18 hoyos para hacerse con la tarjeta del PGA Tour para la temporada 2019-20.
“Le envíe un mensaje para felicitarle por obtener la tarjeta”, dijo Matthew Wolff, jugador del PGA Tour y antiguo compañero de equipo universitario. “Oklahoma State nos ha preparado muy bien. Que se le reventara el apéndice fue devastador y el hecho de que aprovechara las oportunidades como lo ha hecho es realmente especial”, agregó.
Al final, el callado lingüista trotamundos se ha convertido en lo que siempre soñó, un jugador del PGA Tour. “Cuando las cosas cambiaron me dije: ‘Voy a practicar y jugar lo mejor que pueda, y que pase lo que tenga que pasar’. Cuando miro atrás, los últimos seis meses han sido una gran prueba de humildad”, dijo Kristoffer Ventura.