Han pasado más de 24 horas desde que se produjo la noticia y todavía tenemos el nudo en el estómago. Tiger Woods sufría un aparatoso accidente de coche en la mañana del martes en Los Ángeles -tarde en España- que, en unos pocos instantes, abría portadas de cientos y cientos de diarios alrededor del mundo. La espectacularidad de las imágenes -con el morro del coche que conducía completamente hundido- hablaba por si sólo y el primer parte de las autoridades hablando de su liberación por parte de los bomberos no hizo más que confirmar la gravedad del accidente.
“Tiger puede dar gracias de seguir con vida”, confirmaba hace unas horas Carlos González, ayudante del sheriff del condado de Los Ángeles, que reconoció que el lugar del siniestro es “un punto problemático” al no respetar los conductores las velocidades recomendadas en una vía plagada de curvas y con un pronunciado desnivel. “A pesar de que la carretera está marcada con un límite de 45 millas por hora -unos 72 km/h-, hemos llegado a presenciar vehículos que alcanzaban en este tramo las 80 millas por hora -algo más de 128 km/h”, afirmó el agente, una de las primeras personas que acudió al lugar.
“En el momento de la salida de la carretera, Woods llevaba puesto el cinturón de seguridad, lo que aumentó notablemente las probabilidades de que salvase la vida. Se mostró tranquilo y lúcido en todo momento, pero decidimos esperar a la llegada de los bomberos para su extracción del coche y no arriesgarnos así a provocarle más lesiones”, añadió el policía, quien reconoció que “en ese momento, Tiger no estaba preocupado por los daños que pudiera tener”.
“Es algo bastante normal en los accidentes de tráfico, porque mucha gente suele entrar en estado de shock. Es una experiencia traumática, por lo que no es nada raro que, aunque tengan lesiones de consideración, no las sientan hasta mucho más tarde”, sentenció.